Edición N° 401 - Septiembre 2016

El problema de la elaboración de un Plan Maestro vs. la construcción participativa de un pacto socia

 

 

Colaboración de la profesora arquitecta  Violeta Prieto Granada, docente de la cátedra Urbanismo 2 de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Arte de la Universidad Nacional (Fada/UNA).

Desde distintos puntos de nuestro continente llaman la atención del mundo entero los Planes de Revitalización Urbana gestados desde el paradigma del Urbanismo Social, donde se evidencia la comprensión de lo urbano como la materialización espacial, constructiva y simbólica de un nuevo pacto social, donde se ha priorizado garantizar los procesos de construcción participativa que renuevan la confianza entre los actores sociales que construyen la ciudad; los ciudadanos y sus organizaciones, los propietarios de suelo, los propietarios de medios de producción, las instituciones públicas, los gremios profesionales y la academia.

En un momento en que colegas como el  arquitecto Jorge Jaramillo en Medellín nos demuestran por donde va la nueva era del urbanismo, el urbanismo para nuestro tiempo, nosotros nos empeñamos sistemáticamente en repetir los viejos y perimidos modelos. ¿¿¿Cuál es la justificación por la cual se propone abordar la ciudad con paradigmas de la Planificación Urbana de los años 50-60 en los que las dictaduras determinaban los programas, las ubicaciones y las acciones desde un Gabinete??? ¿Cómo?, ante toda la evidencia y constatación empírica, de que los Planes Urbanos más sustentables en el tiempo son los que han conquistado la construcción de una agenda social participativa hacia el desarrollo y la revitalización urbana, nosotros aquí nuevamente, desde la isla rodeada de tierra, pretendemos que la Ciudad sea revitalizada a partir de un Plan Maestro gestado en gabinete, por un equipo que ha tenido prácticamente nulo contacto con la diversidad de los actores sociales que en su cotidiano construyen la ciudad.

El sentido de pertenencia al “lugar” donde se habita, se construye a partir del involucramiento, de los procesos de participación e integración de actores, del empoderamiento de los actores locales, y desde la promoción y fortalecimiento de los procesos de diálogo y negociación con los demás actores del contexto.

¡¡¡La ciudad es mucho más que el hecho construido, eso lo sabemos!!!

La cosmovisión de la realidad fragmentada se puede considerar como el origen de éste problema; es decir, si la ciudad es la materialización del pacto social, y si el pacto social de hoy está basado en el proceso democrático, la ciudad sería la materialización física de los procesos democráticos de la sociedad.

Es decir ciudad=un constructo democrático, o por lo menos a ello deberíamos tender, una ciudad coherente y acorde a los principios de la Carta Magna, que como bien es sabido, establece al modelo democrático como la base del gobierno y de la nueva sociedad.

La visión fragmentada, la perspectiva que lo compartimenta todo, pretende entender a la Ciudad en sí misma y vaciada de contenido, sin conexión con los procesos sociales, desvinculándola de la construcción de agendas sociales, con la multiplicidad y complejidad de actores que desde sus necesidades la construyen.

La vida, el contenido de la ciudad es la construcción social que se gesta a partir del proceso democrático de participación. ¿¿¿Cómo es posible construir entonces la ciudad obviando o ninguneando éste proceso democrático esencial???

 

Cuando para legitimar se bastardea el concepto de participación

El término participación ciudadana alude al conjunto de acciones o iniciativas que pretenden impulsar el desarrollo local y la democracia participativa a través de la integración de la comunidad al ejercicio de la política. Está basada en varios mecanismos para que la población tenga acceso a las decisiones del gobierno de manera independiente sin necesidad de formar parte de la administración pública o de un partido político.

La verdadera participación requiere involucramiento en las fases de toma de decisión, implica corresponsabilidad de los actores y compromiso, exige asumir obligaciones. La construcción participativa de la ciudad forma parte del proceso de ejercicio político de construcción de ciudadanía del cual no se puede seguir privando a los paraguayos, o visto de otra manera, que los paraguayos no podemos permitirnos seguir postergando.

Negar la conexión directa que existe entre la Ciudad y el ejercicio político es síntoma de una necia y caprichosa ceguera, es pretender tapar el sol con un dedo.

Pero es conocida también la estrategia de rotular como participativos a procesos que realmente no lo son: los “pseudos” procesos de participación ciudadana son meramente consultivos, es decir, el que detenta el poder propicia espacios con el rótulo de participativos, donde pregunta y los actores responden, en un reduccionismo grosero que logra desmovilizar a las organizaciones sociales, donde no se involucra a los actores en el proceso completo, no se consigue el crecimiento de la organización social que será la plataforma en la que se sustentará el proyecto urbano, no se promueve autogestión ni mucho menos se empodera a la ciudadanía para constituirse en protagonista de la ciudad que habita. Pero como en tiempos de democracia la participación ciudadana es requisito, entonces se utiliza el modelo de pseudo participación tan solo para legitimar los proyectos, mientras se pierden valiosísimas oportunidades para fortalecer los procesos de construcción ciudadana. Apremia que nos dispongamos a la construcción de ciudad a partir de la construcción de ciudadanía.

 

El Plan Maestro del Puerto de Asunción y el problema de la segregación urbana

Vedar el derecho a la verdadera participación de los actores sociales en los procesos de construcción de ciudad y de ciudadanía, asegura la segregación social. La participación de los actores en todo el proceso, a su vez, asegura la integración de los mismos en el territorio, consolida los roles de los actores dentro del mismo, los vincula, involucra, incluye.

La planificación de la ciudad inclusiva, la ciudad para todos, es la antítesis de la construcción de una ciudad segregada, donde los habitantes del tejido tradicional, no han tenido verdadera chance de participación en la fase de toma de decisiones del proceso de planificación porque en realidad han sido excluidos. La exclusión en realidad inicia exactamente en ese momento y luego termina por materializarse físicamente con la implementación del proyecto.

La exclusión se construye en base a la negación del otro, y ésta negación es una violencia “sutil”. La violencia “sutil”, “encubierta”, constituye el origen de la mayoría de los “comportamientos sociales desviados”. “El rechazo de aspectos del sistema social, político o económico, que son sentidos a través de la propia experiencia como opresivos y contrarios a la efectiva participación, o que son considerados inadecuados para satisfacer las necesidades humanas, conduce en ciertas personas a comportamientos apáticos capaces de erosionar el orden social o a formas de protesta directa que pueden desembocar en acciones extremas de violencia y terrorismo”. (Zárate Martín, pag.51, 1991)

¿Cómo es posible que el mismo Ministerio, que ha promovido un Modelo de Revitalización-rehabilitación Urbana, muy contrapuesto al del Plan Maestro del Puerto de Asunción, en el Barrio San Jerónimo el cual forma parte del mismo Puerto, donde se han impulsado procesos de participación, construcción de agendas y acuerdos entre actores, empoderamiento local, etc., pretenda erguir, en una especie de contradicción que raya la patología bipolar, un proyecto basado en un Plan aterrizado desde un gabinete extranjero, gestado fuera de todo proceso participativo? ¿Que nos pasó?

Acaso no se visualiza el impacto que tendrá la implantación de un proyecto sin plataforma de construcción social, con una importante carga de privatización del uso del espacio público, con una escala que promete una densificación y alturas que limitarán la riqueza de las vistas que hasta hace poco descubriéramos desde las terrazas de las compactas viviendas de San Gerónimo. Es, metafóricamente hablando, construir un Goliat pegado a un David que apenas está naciendo, solo que ésta vuelta el Goliat tiene todas las armas aseguradas para destruir a su frágil oponente.

¿Qué ha motivado un cambio tan rotundo en el Modelo de Planificación y Gestión de lo Urbano? ¿Qué nos pasó en cuestión de solo cinco años?

 

Finalmente los problemas de la gentrificación* y la urbanalización

Y luego de la segregación ¿qué queda?, violencia, expulsión y sucesión de funciones.

El histórico barrio de San Jerónimo es solo un ejemplo del impacto al cual estará sometido todo el entorno, recordemos que el entorno lo constituye el propio Centro Histórico de Asunción.

La presión de los procesos de gentrificación a la cual estarán sometidos los residentes, tendrá probablemente su primera víctima en San Jerónimo.

Entonces se torna distinta la experiencia de sentarse a merendar un cocido con mbeju en la mesita de doña Filomena, en pleno callejón de barrio, con la certeza de que lo que pago ayuda a una familia de compatriotas a salir adelante y con vista a la bahía y al río Paraguay, que entrar a una casita reconvertida en café globalizado de alguna marca multinacional, a tomar el mismo aburrido café con masitas estandarizadas y de producción seriada que se puede tomar en todo el mundo, con la fija de que lo que pago se va directo a la cuenta de una corporación y con la vista a unas torres tan asépticas como el brebaje que me atraviesa la garganta.

O tan banal y urbanalizado como llevar al hijo a visitar la casa de un prócer de la patria y para ello verse obligado a pagar el alto precio de alguna prenda de vestir que se modela en alguna pasarela internacional.

Los espacios y edificios del centro histórico, de la ciudad heredada, fuertemente sublimados por nuestra población, constituyen el conjunto con la mayor carga de signos y símbolos identitarios de toda la nación y que van más allá de su contenido e importancia espacio-funcional.

Cuando para ingresar a éstos espacios públicos y/o los lugares que forjan la identidad de un pueblo, donde el ciudadano espera encontrarse con los lugares y los objetos que delinean su historia y sin embargo el sujeto se topa con la “toma” del lugar a manos de la cultura global enajenante; en ese preciso momento ten seguridad de que se ha trastocado la esencia de un fundamental rasgo cultural identitario.

Es el proceso de pérdida frente al tsunami global de la urbanalización.

 

(*) Gentrificación es una adaptación adecuada al español del término inglés gentrification, con el que se alude al proceso mediante el cual la población original de un sector o barrio, generalmente céntrico y popular, es progresivamente desplazada por otra de un nivel adquisitivo mayor.

Deriva del sustantivo gentry (alta burguesía, pequeña aristocracia, familia bien o gente de bien).  Se trata de un término que también se ha adaptado al francés (gentrification), al alemán (gentrifizierung) y al portugués (gentrificação).

De las alternativas propuestas hasta ahora en español, elitización o, más precisamente, elitización residencial es la que más se ajusta al sentido del término original, frente a aburguesamiento, recualificación social o aristocratización, que no recogen los matices de este proceso.

 

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