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La controversia de Caaguazú

Por considerarlo de interés compartimos con nuestros lectores este artículo de Jesús Ruiz Nestosa, publicado en el diario Abc color el 21 de setiembre.

Si el pastor evangélico Serafín Navarro hubiese entrado en una iglesia católica de Asunción, roto un par de vasos sagrados, quemado un crucifijo y roto la lámpara votiva, en este momento estaría ardiendo en lo alto de una pira en la plaza central. Pero como entró en la casa de un indígena de 97 años que vive en la extrema pobreza en una compañía remota de Caaguazú, no pasó nada. Salió tranquilamente del lugar después de haber destrozado pertenencias de este pobre hombre por considerar que eran “objetos de brujería” y dijo que seguiría su recorrido por la zona para expulsar los demonios que viven por los alrededores. Los únicos demonios que hay en el país no viven en Caaguazú sino en Asunción, sabemos sus nombres, donde viven, qué hacen y sobre todo de qué viven y cómo viven. Pero contra ellos no hay exorcismo que valga.

Mientras tanto, la justicia tomó nota de lo acontecido y dijo que “está investigando” el tema. ¿Investigar qué, si existen fotos y vídeos del acto de salvajismo de este fanático delirante cuyo único demonio que conoce –o debería conocer– es el que lleva adentro? No hay nada que investigar. Las pruebas están a la vista. Se ordena su detención, se le imputa y va a juicio. Este “pastor” ha violado la Constitución de 1992 en la que se les garantiza a los pueblos aborígenes su espacio territorial, sus pautas culturales, sus recursos naturales y sus bienes tangibles como intangibles.

El hecho que la Carta Magna establece que el Estado es laico y asegura la libertad de culto, no quiere decir que cualquier fanático fundamentalista tenga el derecho de ir a destruir lo que en su obtusa imaginación cree que son “elementos de brujería” e “instrumentos del diablo”. Lastimosamente resulta muy difícil hacerles entender a nuestros políticos qué significa la laicidad del Estado y la no confesionalidad del mismo. Prueba palpable es ese circo que montaron en la propia Sala Bicameral del Congreso en la que pastores evangélicos hicieron una ceremonia de “imposición de manos”; en el mismo sitio que se debe considerar como asiento primordial de la democracia y resguardo de la Constitución. Los ciudadanos necesitamos saber quiénes son los responsables de tamaña mamarrachada para ser debidamente sancionados.

La violencia que sufrió este anciano mbya guaraní en la compañía de Ko’ê Poty de Caaguazú me recordó la película: “La Controversia de Valladolid” (está en YouTube), un debate que tuvo lugar en dicha ciudad española en 1550 y 1551 en la que se enfrentaron el padre Bartolomé de las Casas y el bachiller Juan Ginés de Sepúlveda. El primero defendiendo a los indígenas de América, el segundo defendiendo el dominio de los españoles sobre los indígenas a quienes consideraba como naturalmente inferiores. En un momento dado Sepúlveda presenta a indígenas que hizo venir de América, los puso frente a unos ídolos mayas y les pidió que los rompieran. Los indígenas se negaron con lo que Sepúlveda se atribuía la razón. Finalmente, tanto la corona de España como el Vaticano aceptaron el punto de vista de las Casas. De este episodio hace casi quinientos años. Sorpresivamente descubro que el tiempo no ha pasado, que aquella Controversia sigue vigente en Caaguazú y que los indígenas son igual o más maltratados no por aquellos conquistadores venidos de España sino por los ciudadanos que dicen ser defensores de los valores del país mientras deshonran a quienes ya estaban aquí mucho antes que llegara el hombre europeo. ¡Qué paradoja!

 

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