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Año XXXII - Nº 375 - Julio 2014

Editorial

Acerca del peaje y de peajeros

El aumento de los precios del peaje por el derecho de tránsito de las rutas del país, vigentes desde el 1° de junio, es razonable y justificable para los vehículos livianos así como para aquellos de mayor envergadura, especialmente los camiones de tres y cuatro ejes, causantes del rápido deterioro de las mismas, sobre los cuales, lógicamente, recae el mayor porcentaje de incremento. 
La suba se produce después de varios años, lapso en el cual se han elevado todos los componentes del costo de construcción de carreteras así como combustibles, pasajes, salarios y todo lo demás, por ende de la vida misma, como lógica y obvia consecuencia de la desvalorización de la moneda. 
En opinión de la revista, también corresponde el pago de ida y vuelta, como ocurre en la generalidad de los países, donde el peaje se abona todas las veces que se usa una ruta o se cruza un puente, modalidad que según anuncia la prensa regirá a partir de enero de 2015. Incluso existen ciudades donde el peaje es obligatorio para ingresar al área céntrica.
El cobro del peaje tiene como objetivo el mantenimiento de los caminos existentes y la construcción de nuevos. En el Paraguay el asfaltado de rutas se ha realizado casi exclusivamente con préstamos externos y el mantenimiento, tanto de rutas asfaltadas como de caminos rurales, es tan deficitario que hasta podría calificarse de inexistente. Esa es una de las principales causas del rápido deterioro y disminución de la vida útil de las mismas. Otro tanto puede decirse de los caminos empedrados y vecinales.
El costo que tiene para el país el mal estado de las vías de circulación es altísimo. No solo porque se deben volver invertir ingentes recursos en la misma vía, en vez de construir otra, debido muchas veces a deficiencias de construcción a los que se debe sumar que la misma no recibió la atención ni el cuidado que corresponde, desde la reparación del deterioro propio del uso, así como aquellos debidos a la mala práctica como el  que causan los camiones que transportan carga cuyo peso excede el permitido. También, y como consecuencia, por el altísimo costo que los caminos en mal estado tienen sobre toda la economía.
El ingeniero Fernando Vega, frecuente colaborador de la revista, en nota que Mandu’a publicara en su edición N° 334 de enero del 2011, propuso un plan para la construcción de dos autopistas que unirían Asunción con Ciudad del Este y Encarnación, respectivamente. Estas carreteras serían financiadas con lo recaudado por el peaje más un impuesto del 2% que se oblaría sobre la producción de soja y otro gravamen, también del 2%, sobre los combustibles. En ese entonces, el ingeniero Vega evaluaba una recaudación anual del orden de los 100 millones de dólares que permitiría la construcción de unos 100 kilómetros de autopista, estimando que la construcción de ambas rutas se completaría en un lapso de unos ocho años. El Mopc, de acuerdo a lo expresado por el ministro, podría, en el 2015, recaudar con el peaje unos 107 millones de dólares y si a ello se suman los tributos que propone Vega, lo recaudado orillaría los 200 millones de dólares y posibilitaría disminuir el plazo de construcción calculado y, lo más importante, permitiría al Mopc pagar las obras sin recurrir al endeudamiento ni a la alianza público privada. 
Pero hay que recordar que el dinero del peaje siempre fue pasto de la corrupción. En febrero de 1989, el general Juan A. Cáceres, último ministro de Obras del dictador Stroessner, al entregar la cartera declaró que no podía rendir cuentas del dinero del peaje ya que el mismo era manejado íntegramente por Mario Abdo Benítez, secretario privado del dictador, quien -entre otras cosas, es de suponer-, utilizaba los fondos para hacer regios regalos a los presidentes de seccionales coloradas, con lo cual se ganaba la lealtad de los mismos hacia la militancia stronista.
Posteriormente las cosas no fueron muy distintas. En reiteradas ocasiones, (tantas que ya escapan a la memoria de quien escribe esta página), el Ministerio pilló in fraganti a funcionarios desleales que en los puestos de peaje, con diversos subterfugios y picardías, se quedaban con la tajada del león de la recaudación. Hace unos meses el actual ministro denunciaba una más de esas defraudaciones.
Aunque parezca una utopía, éste y otros proyectos podrían ser realidad si lo recaudado se manejara sabia y honradamente, porque como dice el proverbio: “el camino del infierno está empedrado de buenas intenciones”, y mientras subsistan roscas de ladrones públicos, este adagio siempre se cumplirá.
 
 
 

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