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Año XXXIII - N° 396 - Abril 2016

Editorial

¿Prohibir el trabajo a unos para bien de otros?

¿Se puede prohibir un derecho natural del ser humano?  El trabajo es un derecho humano que lo coloca por encima de cualquier otro derecho y como tal no se puede prohibir; pero en el país del “todo se puede” y con más razón de lo que “NO se debe”, en el país donde los que predican que lo que hacen lo hacen por “el bien común” no tienen idea de lo que es “común”, sí, categóricamente sí. Y como muestra basta un botón dice el refrán.

Y nuestro botón es la Ordenanza Municipal 5/16 que prohíbe la presencia de limpiavidrios en cruces semafóricos. Ahora, los trabajadores informales están obligados a salir de las calles a partir del 1 de abril.

Con la aparición de un nuevo oficio, el de limpiavidrios, generado por  la necesidad, la pobreza, la falta de trabajo, por la falta de oportunidades de una gran franja de la sociedad a la que se le niega la  posibilidad de escolarizarse y mucho menos prepararse para enfrentar la vida con un trabajo digno, un salario y prestaciones sociales, sobrevino el gran rechazo de parte de la ciudadanía hacia estos trabajadores que el Estado, con su ineficiencia, ineficacia, ineptitud y ausencia, los convirtió en marginales.

Los mismos que votan gobiernos inútiles y corruptos, son los que más se quejan de los limpiavidrios, de su prepotencia, de su violencia la que ¿alguna vez se han preguntado de dónde proviene? Es muy factible que no, desde la comodidad de sus vehículos, de sus camas mullidas con sábanas limpias donde descansan todos los días, de sus mesas servidas con platos nutritivos que logran saciar el hambre de todos los días, es bastante improbable.

¿Nos preguntamos alguna vez, todos, por qué tienen actitud de violencia? ¿Si proviene de algún lado o es que nacen así?

Es el estado de marginalidad al que han sido arrojados  y hasta nos podríamos atrever a decir que es, quizá, un escudo contra el maltrato y la humillación de que son objeto por parte de la sociedad los marginales. Y hasta se podría decir que lo utilizan “en defensa propia”. Y no es justificación alguna la nuestra, solo es presentar una dolorosa realidad.

Y ello, repetimos y lo haremos hasta el cansancio, es responsabilidad absoluta de los sucesivos gobiernos ausentes y corruptos, tanto nacional, departamental como municipal, que no han sabido generar fuentes de trabajo que les permita una vida decorosa, digna, acceso a la educación, a la salud y a todo lo que se merece un ser humano. 

A muchos no les quedó alternativa y se dedicaron a limpiar vidrios en diferentes puntos de Asunción, oficio que ha ocupado bastante espacio en los medios de comunicación locales tanto orales como escritos. Por las quejas de los automovilistas, por la actitud “prepotente” de quienes ejercen este nuevo oficio generado por la necesidad, la falta de oportunidades no solo laboral sino de educación, la pobreza, de negarse a pedir limosna u optar por la delincuencia. Hace, unos cuantos años, largos tal vez, este y otros oficios no existían; tampoco los cantores en los colectivos que reciben un “pago” a voluntad, o los “cuidacoches”, los que ofrecen mercancías varias, entre ellas frutas y hortalizas, en distintos puntos de la ciudad y también en los ómnibus.

Y hoy estamos frente a una ordenanza que los obliga a salir de las calles bajo pena de una multa de 20 a 70 jornales mínimos, lo que significa que la práctica fue catalogada como una “falta gravísima” y que estipula que los encargados del control son la Policía Nacional y la Policía Municipal de Tránsito.

Y uno se pone a pensar, no sin una sonrisa socarrona en los labios, ¿a quién le sacarán esos jornales mínimos?, ¿a quienes no lo tienen?, ¿y cómo? Tal vez podrán decirlo quienes votaron por la negativa al veto parcial del intendente, solo ellos saben cómo cobrar esa multa.

O ¿acaso porque no pueden pagar, la cárcel será lo único que les espere?

Y viene a cuento de que también tendrá sanciones vinculadas al Código Penal ya que se cometen varios delitos con esta actividad.

Ya cuando presentaron el proyecto de ordenanza el jefe comunal asunceno lo calificó de inviable y con toda la razón.

En palabras de Daniel Centurión, impulsor del proyecto,  los limpiavidrios (que son 153 trabajadores, según el último censo) tendrán una alternativa laboral y capacitaciones gracias a la gestión del Servicio Nacional de Promoción Profesional (SNNP) y el apoyo de varias empresas. Verán las ofertas laborales, los insertarán en el circuito “vamos a cambiar su vida. Ellos, en su mayoría piden a gritos una oportunidad”. (UH 23.02)

Y se supone que todo vendrá con la consecuente capacitación.

Suena popular, idílico y hasta romántico, pero mientras tanto todas esas palabras salgan de los papeles para hacerse realidad ¿de qué vivirán esas personas? ¿Se dedicarán a robar? ¿Aumentará tal vez, más de lo que señalan las estadísticas,  el índice de robos y hurtos?

Como dijera en algún momento el jefe comunal asunceno, que señaló como inviable el proyecto,  primero debe llegar la solución y luego la prohibición.

El tiempo, que todo lo puede, tiene la última palabra. Y aunque no estemos de acuerdo, ojalá sea, de verdad, por el bien común.

 
 

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