« Volver al detalle


Año XXXIV - N° 397 - Mayo 2016

Editorial

Cooperativas

     La cuestión de las cooperativas es tema de actualidad, debido a que está en discusión si es justo o no que paguen el IVA y también si corresponde que en sus asambleas de elección de autoridades se aplique el sistema D’Hont.

     Mandu’a quiere rememorar con sus lectores qué es el cooperativismo. Nace en la primera mitad del siglo XIX, en pleno auge del capitalismo salvaje de la primera revolución industrial, como una reacción al mismo y en defensa de la débil economía de los trabajadores.  Se sustenta en la libertad de asociación, en el principio de un hombre un voto, sin importar la cuantía de su aporte. Se basa en la neutralidad política y religiosa, la solidaridad, el fomento de la educación, una de sus reglas de oro a la cual deben dedicar un porcentaje de sus ahorros (excedentes). En sus inicios aspiraba a que en algún momento de la evolución cultural y política de la humanidad, sustituiría al capitalismo. Su objetivo es superar la usura, la especulación y el lucro, considerando al capital un instrumento de la producción.

     Se sustenta con el aporte mensual de sus socios, fondo solidario que le permite otorgar subsidios por matrimonio, maternidad, por egresos en todos los niveles de la educación, así como por accidentes, incapacidad, etc. Para acceder a los créditos se requiere un depósito del 10% del monto a solicitar y se paga un seguro que en caso de incapacidad o muerte del beneficiario, cancela la deuda.

     Existen básicamente dos tipos de cooperativas, las de producción y las de ahorro y crédito. De estas últimas, la inmensa mayoría son barriales, de pequeño y mediano porte, a la que los socios, la mayoría de escasos recursos, solicitan crédito en casos de apuro. Podríamos decir que éstas remedian la ausencia del Estado en contingencias en que éste debiera estar presente, como accidentes y enfermedades. También existen algunas de importante porte como son, en nuestro medio, la Universitaria, la Medalla Milagrosa, la de Luque, Coomecipar, San Cristóbal y 8 de Marzo, entre otras. Las cooperativas de producción, suelen ser de este último rango ya que agrupan a empresarios agrícolas, lecheros y ganaderos de mediano y gran porte.

     La Ley debiera distinguir entre ambas categorías. No puede medirse con la misma vara a las pequeñas y medianas con las ricas de algunos estratos sociales. La inmensa mayoría de las cooperativas de ahorro y crédito agrupan a personas humildes por lo que no corresponde gravar indiscriminadamente tanto a pobres como a poderosos.

     Tampoco vale el criterio de que al no pagar IVA constituyen una competencia desleal a la banca privada ni se la puede igualar con ésta. ¿Acaso los bancos otorgan alguno de los subsidios que presta una cooperativa o condonan la deuda en caso de incapacidad o muerte?

     Las cooperativas, como bien lo señala el economista Ricardo Rodríguez Silvero, ya pagan IVA en caso de compras, contrataciones de servicios e inversiones y solo no lo hacen en los créditos que otorgan. No es justo que se grave con el IVA a gente que, en su inmensa mayoría, son de muy escasos recursos, mientras que las plantas de montaje de motocicletas, así como el tabaco, bebidas alcohólicas y la soja, paguen bajísimos impuestos. Mientras el ministerio de Hacienda no corrija la enorme evasión existente y la corrupción e impunidad imperen, el IVA al acto cooperativo será una enorme injusticia.

            En cuanto a la aplicación del Sistema D’Hont Mandu’a está de acuerdo, aunque opina sería más justo un procedimiento híbrido que combine este método con la Ley de lemas, que posibilite al elector votar por una lista y de sus candidatos elegir, según el caso, uno o dos de sus preferidos. El Sistema D’Hont ayudará a democratizar aún más la elección de sus autoridades y permitirá un mejor control, ya que, lamentablemente, existe más de una de la que se sospechan manejos muy turbios.

 
 

Revista