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Año XXXIV - N° 399 - Julio 2016

Editorial

Luis Alfonso Resck

Con las palabras del periodista Edwin Brítez, publicadas en el matutino Abc Color el pasado 12 de junio, sumamos nuestro homenaje a este gran demócrata.

Con la muerte de Luis Alfonso Resck Haitter el Paraguay pierde una de las personalidades más destacadas en el campo de la promoción y defensa de los derechos humanos así como en el de la docencia, dos capítulos de su vida que juntamente con la profunda vocación política marcaron su existencia y la de toda su familia cuyos miembros lo acompañaron solidaria y pacientemente en la seguidilla de persecuciones de que fue objeto.

Gran parte de su vida estuvo dedicada a la enseñanza, tanto formal como informal, en colegios y universidades pero también en grupos dispuestos a seguir sus amplios conocimientos y sobre todo sus sólidos ejemplos de conducta ciudadana.

Seguí durante 45 años la actuación pública de Resck, casi la mitad de su vida, y no recuerdo haberlo visto claudicar frente a las adversidades, las persecuciones, las amenazas, las torturas y el exilio, inclusive las trampas del poder. Todo esto y mucho más fueron los precios que debió pagar, especialmente durante la dictadura, por mantenerse firme en sus convicciones, las cuales eran defendidas con pasión en todos los escenarios donde le cupo actuar.

Si existe una palabra con la cual calificar al profesor, tal como se lo conocía popularmente dada la cantidad de alumnos que tuvo durante el ejercicio de la docencia, esa palabra es ética y si algunas otras han de ir adheridas a la misma, ellas son coherencia y solidaridad. Él hacía gala de todas ellas, tanto en su vida privada como pública y con estas cualidades adquirió la autoridad suficiente como para que su voz cayera como un verdadero látigo sobre los corruptos, represores y traidores a las causas democráticas.

Su vocación por la defensa de los derechos humanos no nace de las páginas de enciclopedias ni tampoco de reglamentos internacionales sobre la materia sino de la praxis solidaria con los sufridos prisioneros de la dictadura, a quienes durante los primeros años nadie daba importancia. Él mismo convivió con ellos en las mazmorras durante varios pasajes de su vida de opositor al régimen, sea como estudiante, educador, gremialista, activista o como político.

Pacifista y valiente, conozco varios episodios de sus intervenciones, juntamente con monseñor Ismael Rolón, doña Coca de Lara Castro y los pastores Armin Ihle y George Willey, del Comité de Iglesias, para intentar liberar a prisioneros muy torturados o para ubicar el destino de algunos desaparecidos. Muchas de sus gestiones, como las de sus compañeros de lucha, fueron infructuosas y debían conformarse todos con lamentarse en silencio con los familiares de las víctimas.

Todo eso fue particularmente duro en la época en que Paraguay no existía para la comunidad internacional y el tema de derechos humanos era literalmente un asunto de comunistas que se castigaba con los rigores de la dictadura. Pero la persistencia de Resck fue tal que cuando no lo escucharon como activista de derechos humanos, tuvieron que hacerlo como actor político vinculado al mundo a través de las denuncias y de las presiones diplomáticas.

Fue uno de los fundadores del Partido Demócrata Cristiano y del Acuerdo Nacional (Mopoco, Plra, PRF, PDC) y como tal fue enviado al exilio, lugar común de los enemigos de Alfredo Stroessner. Ahí profundizó su amistad con varios de ellos y entre todos forzaron la apertura democrática que finalmente llegó a través del golpe de 1989.

Luis Alfonso Resck convirtió su vida en una cátedra y en una lucha. Ambas harán que su paseo terrenal se convierta en un testimonio inolvidable sobre la trascendencia de los valores éticos, la solidaridad y la coherencia. Su esposa Perla, sus hijos y nietos estarán tristes en este doloroso trance, pero sonreirán el resto de sus vidas por los principios que reciben de él como herencia.

 

 
 

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