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Año XXXIV - N° 400 - Agosto 2016

Editorial

Las becas Carlos Antonio López, un paso adelante

Fue, sin duda alguna, el gobierno de don Carlos Antonio López el más progresista que recuerde el país en los 200 años transcurridos desde la independencia. Tras la muerte del dictador Francia, quien en su afán de preservar nuestra soberanía no sólo enclaustró al país, también se ocupó de perseguir toda manifestación de cultura, cerró la única institución de segunda enseñanza y, si bien había fundado escuelas de primeras letras, éstas eran exactamente eso, ya que en ellas se aprendía a leer, escribir, contar, sumar y restar… y nada más, no enseñándose ni tan siquiera a multiplicar y dividir. El propio don Carlos había sido víctima de la aversión que el Supremo sentía por los hombres de cultura, cuando a mediados de los años veinte del siglo XIX, Francia descubrió su talento y consideró prudente alejarlo de la capital, destinándolo a Villa del Rosario de la cual retornaría recién dos décadas después, cuando Mariano Roque Alonso requiriera sus servicios para ayudarlo en la ingente tarea de gobernar.

Don Carlos, en sus primeros años de gobierno, lamentaba amargamente la falta de recursos humanos imprescindibles a nivel local y en el servicio exterior donde el Paraguay necesitaba embajadores a quienes encomendar la ingente tarea del reconocimiento de nuestra independencia. En sus dos décadas al frente de la nación se ocupó, como nunca se hizo antes ni después, de la educación pública. Fundó centenares de escuelas donde miles de niños aprendieron sus primeras letras, instituyó centros de enseñanza superior, contrató centenares de maestros y técnicos europeos de todas las especialidades. Casi 300 solo de Inglaterra, según narra Josefina Pla en su obra Los ingleses en el Paraguay, a más de españoles, italianos, franceses y de otros países americanos y europeos. Además, ya hacia el final de su mandato, envió a formarse en el Viejo Mundo al primer contingente de estudiantes, proyecto visionario que la guerra de la Triple Alianza se encargó de descabezar.

Transcurrido poco más de siglo y medio el Estado retoma la posta, toma a su cargo la imprescindible tarea de enviar al exterior a jóvenes brillantes quienes seguirán cursos de posgrado a nivel de maestrías y doctorados en las mejores universidades del mundo. Las becas, bien llamadas “Carlos Antonio López” (CAL), iniciadas el año pasado con unos 80 becarios, y con los que se alistan este año entre agosto y setiembre, ya completan un total de aproximadamente 650, incluyendo las 100 becas de perfeccionamiento en España destinadas a maestros.

Los requisitos exigidos prácticamente imposibilitan la comisión de fraudes que podrían descalificar el encomiable propósito del proyecto, ya que en este país, lo lógico sería pensar que quienes no reúnan los requerimientos podrían obviarlos con una buena palanca. El primer escollo al fraude lo constituyen las propias universidades que deben estar entre las doscientas primeras, según el ranking que las ubica a nivel top mundial. El segundo es que los postulantes deben haber sido previamente admitidos por dichas escuelas. Y el tercero es que dicha admisión es ad referéndum de la aprobación del examen del idioma correspondiente, sin el cual el solicitante no podrá firmar el contrato de beca con el Estado ni obtener la visa pertinente para el país de destino.

 El contrato obliga al estudiante a un rendimiento facultativo sobresaliente que de no cumplirse significará la anulación del convenio e incluso la posibilidad de una demanda de restitución de los fondos por el cual deberán responder sus garantes. También exige que el becario, al finalizar sus estudios vuelva al país en un plazo no mayor de seis meses y la obligación de permanecer en el mismo por cinco años.

Al observar el listado de beneficiarios se evidencia que muchos de ellos provienen de estratos pudientes, lo cual no es de sorprender ya que la beca privilegia la excelencia y la situación deplorable de nuestra educación pública no posibilita, salvo excepciones, que los egresados de colegios públicos destaquen por su formación cultural. Justamente, el objetivo de la apuesta por las becas CAL es cambiar esta intolerable realidad y posibilitar que, en un plazo no muy lejano, la educación paraguaya, y todo el plus que viene detrás, se ponga a tono con el mundo desarrollado.

Mandu’a hace votos por el éxito de esta empresa inspirada en la patriótica iniciativa del progresista gobierno de don Carlos.

 

 
 

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