Edición N° 370 - Febrero 2014

Noticia Comentada

 

Las noticias

A los 107 años recibió su cédula de identidad por primera vez

Dolores Sosa, quien nació un 19 de marzo de 1907 en la ciudad de Caraguatay, vivió toda su vida sin ningún documento que certifique su identidad. Su historia cuenta que tenía 25 años cuando estalló la guerra del Chaco y se ofreció como voluntaria y donde “conocí al Mariscal José Félix Estigarribia”, según comentó. Tuvo un esposo excombatiente quien al fallecer la dejó con 9 hijos -que le dieron 56 nietos, 23 bisnietos y seis tataranietos- a quien los crió sola. 
Ella dice haber sido una de las “musas” de Emilianore (Emiliano R. Fernández), que su receta para una vida larga es medio vaso de vino tinto todos los días, disfrutar de la vida y reírse de sí misma. Y que lo más lindo de es vivirla intensamente, hasta en los momentos tristes.
Pero a pesar de esta rica historia de doña Dolores, a punto de cumplir los 108 años, nunca existió para el Estado paraguayo pues carecía de documento de identidad hasta que el  25 de diciembre pasado recibió por fin su cédula, la que le permitirá tramitar un subsidio, como “regalo de las fiestas de fin de año”.
No gestionaba su cédula pues para ello necesitaba la partida de nacimiento, que tampoco tenía y la que trató de tramitar pero la burocracia se lo impidió.
Es la triste realidad cotidiana de muchos adultos mayores en Paraguay. Son invisibles ante la sociedad y en políticas públicas, dentro de los presupuestos.

Abc
25.12.14

 

La casa digna le llegó a los 100 años

José Anacleto Escobar de 100 años y a su esposa Cayetana Román, él excombatiente de la Guerra del Chaco, accedieron por primera vez a una vivienda propia que le fuera entregada por el gobernador Carlos Silva, en representación de la gobernación de del Departamento de Ñeembucú.
En un acto de estricta justicia la pareja recibió las llaves de la casa -ubicada en el barrio Obrero de la ciudad de Pilar- el pasado 5 de enero, día en que José Anacleto cumplía 100 años.
En la oportunidad, el gobernador Silva destacó la importancia del acto como reconocimiento a don Escobar por “la entrega de su vida por la Patria en la Guerra del Chaco”.
Timoteo Díaz, presidente de la Asociación de descendientes de veteranos de la Guerra del Chaco, destacó que es el único caso de reconocimiento a un excombatiente en todo el Paraguay, dotando de una vivienda digna a un benemérito de la contienda con Bolivia.
José Anacleto Escobar y Cayetana Román llevan más de ocho décadas compartiendo sus vidas, sueños y anhelos.
A los 15 años -en 1930- conoció a Cayetana Román, quien se convirtió en su esposa. Tuvieron seis hijos propios, pero criaron a otros seis niños más, hijos de parientes y vecinos.
Cuando la Guerra del Chaco, don Anacleto fue a luchar por su patria y de eso han pasado décadas, sin embargo nunca nadie se acordó de él, ni de los demás, porque hay otros excombatientes vivos, muchos sumidos en el olvido.
La pareja de ancianos vivía en una casita muy humilde, sin muchas comodidades.
Uno de sus hijos comentó que su padre observó que le dieron la casa recién ahora que está por morir, pero igualmente está agradecido por la ayuda.
Como Don Anacleto, hay cientos de excombatientes por todo el país -700 según las autoridades-, esperando ser recordados no solamente el 29 de setiembre.

UH
07.01.15
Abc
06.01.15

 

 


El comentario


Los invisibles

José Anacleto, Cayetana y doña Dolores no son “los miserables” (de Victor Hugo), son los invisibles del Estado paraguayo. Los miserables (de verdad) son quienes hacen posible esa invisibilidad.

Lo son no solo por carecer de documento de identidad, sino por carecer de todo cuanto hace a una vida digna, por mantenerlos fuera de los presupuestos pisoteándoles la dignidad.
Nos referimos al caso de doña Dolores que recibió su cédula a punto de cumplir los 108 años… si leyó bien… 108 años, ergo, existiendo más de un siglo pero sin existir, siendo nadie, chimbo u orejano -como se le dice, en lenguaje popular, a quien carece de documento-, cuando es el Estado paraguayo el que, por obligación, porque es su deber, debe garantizar el cumplimiento de los derechos de sus ciudadanos, en estos dos casos: derechos básicos y humanos como son tener la cédula que le da la identidad correspondiente, y una vivienda digna, con más razón si son adultos mayores.
Como gran noticia salieron, las autoridades felices en las fotos como si fuera una hazaña la de entregar la cédula a una persona de 107 años y la casa a una pareja que hace 78 años comparten sus vidas y él, un ex combatiente de la Guerra del Chaco, de 100 años.
Y no se equivoque nadie. La felicidad en el rostro de José Anacleto y Cayetana, esa sonrisa que han regalado en la foto que recorrió el mundo es lo que ha emocionado a los miles que han visto la imagen de la pareja que ha compartido sus vidas por más ocho décadas a pesar de los pesares y los avatares que han tenido que sortear. No, la entrega de la casa ha sido un acto de estricta justicia.
Pero las autoridades pertinentes cuya obligación es atender y responder a las necesidades del pueblo no se percataron que la imagen de felicidad de la pareja, que recorrió el mundo, lo hizo de la mano de la vergüenza de saber cómo trata el Estado paraguayo a sus adultos mayores y excombatienes. La vergüenza de la que carecen, porque esperar bastante más de medio siglo para “agradecer” al excombatiente su “dedicación” a la patria, a la vez que demorarse 107 años en el caso de la abuela Dolores para hacerla visible, darle identidad y posibilidades en la vida, al entregarle su cédula “como regalo de fiestas de fin de año” -¿regalo una OBLIGACIÓN del Estado y un DERECHO de todo ciudadano de la República?- es de cínicos y desfachatados. 
Prestos para figurar saliendo en las fotos -que es lo que único que saben hacer- pero más que lerdos a la hora de cumplir el cometido.
Y que quede bien claro: ni la cédula de identidad ni la vivienda son dádivas.
¡Qué hazaña la de ambos casos! Reivindicar derechos en el ocaso de sus vidas.
Ya lo dijo Enrique Santos Discépolo (músico y compositor argentino), cuando escribió “Cambalache” allá por 1934: “Que el mundo fue y será una porquería, ya lo sé, en el 506 y en el 2000 también...”.

 

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