Edición N° 416 - Diciembre 2017

Nuevamente el arte y la arquitectura están de luto

 

Hace muy poco nos dejó el artista y arquitecto Michael Burt. Hoy la tristeza es por la partida del también artista y arquitecto  Gustavo Beckelmann. Mandu’a, a través de estas líneas, presenta su respeto y condolencia a los familiares del amigo de la casa.

Gustavo Beckelmann, arquitecto, escultor y docente de reconocida trayectoria, con exposiciones varias tanto en nuestro país como en diversas partes del mundo,  falleció el pasado 1 de noviembre tras ser internado de urgencia por una afección hepática.

Nacido en Asunción un 15 de diciembre de 1963, y formado bajo las alas del célebre Hermann Guggiari, inició su recorrido artístico en el año 1985, que lo llevó a países como Sudáfrica, España, Holanda, Italia, y Alemania, entre otros.

Sus obras se han destacado por un profundo simbolismo, como la que se observa en la sede del Ministerio de Defensa, y otras que adornan los paisajes asuncenos.

En junio pasado se inauguró un parque escultural en la Plaza Uruguaya de Asunción, cuyas atracciones infantiles fueron creadas por Beckelmann. En esa ocasión, el artista dijo que Asunción es una ciudad que básicamente está desnuda ya que todas las demás grandes ciudades se caracterizan por estar llenas de arte público y la vez manifestó sentirse honrado por ser considerado en una iniciativa dedicada a los niños.

 

Abc

02.11.17

 

Taller vacío

El periodista Julián Sorel, en su espacio del diario Abc Color, describe “el escenario de la vida terrena del escultor Gustavo Beckelmann (Asunción, 1963-2017), reino enlutado hoy”, en homenaje al escultor, arquitecto y docente, fallecido el primer día de noviembre pasado.

Ya compactas y adensadas como si Giger riera dentro de su vientre, ya caricaturescas como salidas de un cómic, ya mutiladas y feroces como expulsadas de Mad Max, ya sinuosas y afiladas como acabadas de torturar en el potro por Giacometti, en todas esas criaturas era visible una constante, la mano de su autor que este miércoles por la noche (01.11.17) ha fallecido inesperadamente, a causa de una afección hepática y tras una breve internación de urgencia en un sanatorio asunceno, a los 53 años

Formado como arquitecto, nacido en Asunción en 1963, Gustavo Beckelmann, escultor que materializó sus seres imaginarios para rodearse de memorables monstruos, expuso sus obras en muestras colectivas desde 1985, realizó en el Instituto Cultural Paraguayo Alemán en 1990 su primera muestra individual, recibió el premio de Escultura del hoy desaparecido Bosque de los Artistas en 1997 y participó en la XLVIII Bienal de Venecia. Buen anfitrión, cordial y huraño a un tiempo, abría sin miramientos -a amigos, colegas, potenciales discípulos, meros conocidos, desconocidos- las puertas de su taller.

Detrás de ellas, insospechado en medio de un tranquilo barrio de apariencia corriente de la capital paraguaya, había un país secreto, poblado por seres que, ni humanos ni demonios ni bestias, sino todo eso a la vez, se dedicaban sistemáticamente a violar todas las normas de la vida civilizada. Seres a su manera poderosos y admirables, aunque en tales encuentros su creador les diera menos importancia que a las bebidas que refrescarían la jornada, y aunque al fuego en el que fraguaba, feo y fuerte cual Vulcano, sus obras desafiantes no prestase en esas ocasiones más atención que la requerida a su criterio magnánimo por la tertulia para improvisar una pizza, un chipa guasu o un asado. Ogro afectuoso, señor de su extraño laboratorio secreto de experimentos en pos de una humanidad futura o pasada, imaginada o perdida, moraba en ese taller como en medio de un bestiario medieval en 3D, trabajando, alto y hercúleo, con sus grandes manos la ruda materia de lo inexistente y de lo posible.

Y yendo también, a lo largo de los años, desde el libre juego con la propia fantasía hasta la lucidez de la conciencia crítica en numerosos viajes de ida y vuelta para armar, ya burlonas alegorías, infladas y vacías como globos, con toneles a guisa de pedestales, del poder y de sus marionetas, ya limpias criaturas salvajes desviadas a la barbarie por el gozo y con la sangre del Bosco corriéndoles por las venas.

Uno de los escultores que mejor aprovecharon la técnica de la cera perdida, dijo de él Herman Guggiari (1924-2012), hablando de sus “magníficos trabajos surrealistas”.

Rodeando en tierra la escalera que llevaba al refugio privado del altillo, con el lecho, los juguetes y las máquinas -los aviones, la música, los libros- abajo, en el prehumano o posapocalíptico territorio de la creación, entre proteicas figuras que a medias surgen vigorosas del magma primigenio de la materia bruta -hierro, piedra, acero, bronce- firmes siluetas inconclusas de largas torres babélicas siguen apuntando al cielo.

Tal fue el escenario de la vida terrena del escultor Gustavo Beckelmann (Asunción, 1963-2017), reino enlutado hoy.

 

Abc

05.11.17