Edición N° 421 - Mayo 2018

Stephen Hawking y su lección de vida

 

  El 14 de marzo falleció el físico teórico, astrofísico, cosmólogo y divulgador científico británico Stephen Hawking. Puede que su vida se haya extinguido pero su legado es inmortal. Y este va más allá de sus estudios y teorías sobre el universo: deja una inspiradora lección de vida.

Si bien Oxford fue la ciudad que lo vio nacer un 8 de enero de 1942, fue otra ciudad universitaria la más importante para el desarrollo de su vida: Cambridge. Fue allí que desempeñó su gran tarea y donde los familiares decidieron que se realizara su funeral el pasado 31 de marzo.

Curioso es que naciera el mismo día en que se celebraban 300 años del fallecimiento de Galileo y falleciera un 14 de marzo, misma fecha de nacimiento de Albert Einstein (quien, en otra coincidencia, también había fallecido a los 76 años). Conexiones «cósmicas» que no hacen sino reforzar el carácter ya icónico de Stephen Hawking.

También resulta anecdótico el hecho que este científico británico se haya convertido en una estrella mediática. No cualquiera –y menos en vida– aparece en series televisivas de gran audiencia (Star Trek, Los Simpsons y The Big Bang Theory) o en canciones. Era como una estrella de rock. Pero, sin dudas, lo más importante de su paso por este planeta –del que estaba convencido teníamos que salir para salvarnos de nosotros mismos–, fue lograr acercar a millones de personas un tema científico tan difícil de asir: el estudio del universo. «Mi objetivo es simple. Es un completo conocimiento del universo, por qué es como es y por qué existe», afirmaba.

 

Agujeros no tan negros

Su primer libro fue un éxito editorial rotundo: «Breve historia del tiempo: del Big Bang a los agujeros negros», publicado en 1988, vendió diez millones de copias. ¿Un best seller científico? ¡Quién lo diría! Y es, justamente, con esta obra que logró un gran impacto, primero entre sus colegas y, cosa extraña y digna de admirar, entre el común de los mortales.

Entre los muchos que expresaron su pesar ante la muerte de Hawking, se encuentra David Keiser, profesor de Física e Historia de la Ciencia del MIT. En su «despedida» al científico británico publicada en The New Yorker, explica el aporte de Hawking consignado en «Breve historia del tiempo» y, por su claridad, tradujimos y transcribimos a continuación:

Según esta teoría, espacio y tiempo son tan tambaleantes como un trampolín. Pueden doblarse y distenderse en la presencia de materia y energía. Su curvatura, a su vez, da lugar a todos los fenómenos asociados a la gravedad. La gravedad, en esta línea de pensamiento, no es una fuerza –el devenir de un objeto tirando de otro, como lo describían las ecuaciones de Isaac Newton–, sino una mera consecuencia de geometría.

Los teoremas de singularidad se aplican a los llamados espacio-tiempos clásicos, es decir, a las descripciones de espacio y tiempo que ignoran la teoría cuántica, ese otro gran pilar de la física moderna. Poco después de que Hawking completara su doctorado, en 1966, comenzó a atacar las preguntas en el problemático límite entre la relatividad, que describe el comportamiento de los objetos más grandes en el cosmos, y la teoría cuántica, que gobierna la materia a escala atómica. Se topó con su hallazgo más famoso a mediados de la década de 1970, mientras investigaba escenarios en los que pares de partículas cuánticas podrían encontrarse cerca de un agujero negro. Si uno se cayera mientras el otro escapaba, sugirió Hawking, el agujero negro aparecería, para un observador distante, como si hubiera emitido radiación, precisamente lo que los agujeros negros no deberían permitir. En otras palabras, «los agujeros negros no son tan negros», como lo expresó en «Una breve historia»: brillan. Además, esta radiación [conocida hoy como «radiación de Hawking»] podría determinar el destino de un agujero negro. En escalas de tiempo astronómicas, el agujero negro podría evaporarse, su una vez enorme masa filtrándose como estática cósmica.

 

ELA y La teoría del todo

A los 21 años, al iniciar su doctorado en Cambridge, Stephen Hawking recibió la peor de las noticias: el diagnóstico de esclerosis lateral amiotrófica (ELA), una dolencia irreversible y progresiva. Le daban unos dos años de vida. ¿Y qué hizo él? ¡Vivió cincuenta y cinco años más! Esto, contra todo pronóstico y demostrando que todo está en la mente. Claro que al inicio estuvo devastado, pero luego enfrentó su enfermedad de una manera obstinada, inquebrantable. El rápido deterioro de sus funciones motoras no lo detuvo. Gracias a los muchos cuidados y a la ayuda de la tecnología, hasta el final de su vida siguió ejercitando su mente brillante. Por supuesto, si hubiera nacido mucho antes o en un país pobre, no hubiese sido lo mismo. Pero, por suerte para el desarrollo de la ciencia, nació donde lo hizo y en un tiempo en que la tecnología le sirvió de gran apoyo.

Desde 1985, moviendo el único músculo disponible de su mejilla, logró de nuevo convertir su pensamiento en voz. Una voz robótica, eso sí, pero que quedó como su sello personal.

Indudablemente, la vida de Stephen Hawking es digna de una película. Es así que el 2014 se estrenó una adaptación de la autobiografía de su primera esposa, Jane Wilde (Hawking), la responsable de darle «una razón para vivir» (como él afirmaba). «La teoría del todo», dirigida por James Marsh, refleja de manera excelente el periodo más significativo de la vida de Stephen Hawking. El actor Eddie Redmayne ganó un Oscar por su interpretación y tan afectado quedó por su fallecimiento que asistió al funeral y leyó un pasaje bíblico relacionado al tiempo (Eclesiastés 3:1-11).

¿Será que sin ELA Stephen Hawking hubiera sido tan famoso? Es difícil saberlo. Pero, efectivamente, su empecinamiento en seguir viviendo a pesar de todo lo convirtió en una inspiración y «La teoría del todo» refleja esto a la perfección.

 

«Mientras haya vida, hay esperanza»

«Quiero mostrar que las personas no necesitan estar limitadas por impedimentos físicos, siempre y cuando no estén deshabilitados en espíritu», dijo Stephen Hawking. Y no eran palabras al viento. Tuvo una vida muy activa. Además, se casó dos veces y tuvo tres hijos (Lucy, Robert y Tim).

Si bien cuenta su familia que le costaba aceptar que algunas cosas no las podía hacer, él llegó a buenos términos con su situación y, en un momento dado, afirmó: «Obviamente, debido a mi discapacidad, necesito ayuda. Pero yo siempre he tratado de superar las limitaciones de mi condición y llevar una vida lo más completa posible. He viajado por todo el mundo, desde la Antártida hasta a la gravedad cero».

Es así que Stephen Hawking tenía claro que la vida merecía ser vivida. Inclusive, sobre la eutanasia en caso de una enfermedad como la suya o tras un accidente que dejara sin movilidad a alguien opinaba: «La víctima debe tener el derecho a terminar con su vida, si así lo quiere. Pero creo que sería un gran error. Por más mala que la vida parezca, siempre hay algo que puedas hacer y tener éxito. Mientras haya vida, hay esperanza». Un gran mensaje, sin dudas.

 

Mira hacia las estrellas...

Su familia decidió que el funeral se realizara el 31 de marzo en Cambridge con toda pompa y circunstancia con una ceremonia anglicana en la iglesia de la Gran Santa María de la Universidad donde pasó más de 50 años de su vida. Y en Londres, el 15 de junio, tras otra gran ceremonia, sus cenizas serán depositadas al lado de las de Isaac Newton y no lejos de las de Charles Darwin. ¿Celebraciones religiosas para un ateo? Bien, puede que le haya dado igual y no se haya revolcado en su tumba al saberlo. No creía en la vida después de la muerte. «Considero que el cerebro es una computadora que dejará de funcionar cuando fallan sus componentes. No hay cielo ni vida después de las computadoras rotas; esa es una historia de hadas para personas que temen a la oscuridad», llegó a aseverar. Quién sabe, tal vez su ingenioso espíritu, aquel que lo mantuvo vivo más allá de toda expectativa, se haya convertido en polvo cósmico en ese universo que tanto amaba.

«Recuerda mirar hacia las estrellas y no hacia abajo, a tus pies. Intenta darle sentido a lo que ves y pregúntate sobre lo que hace que el universo exista. Sé curioso», aconsejaba. ¿Qué tal si le hacemos caso?

 

Principales obras publicadas

• Breve historia del tiempo (1988)

• El universo es una cáscara de nuez (2001)

• La teoría del todo (2002)

• Brevísima historia del tiempo (2005)

• El gran diseño (2010)

• El origen del universo (2012)

• Breve historia de mi vida (2013)

 

Por Rebeca González Garcete