Edición N° 442 - Febrero 2020

Arquitectura o revolución: las casas de Frida, Diego y los 90 años del movimiento funcionalista

 

Las primeras obras de  O’Gorman son la expresión de una de las corrientes del movimiento modernista: el funcionalismo. Usó la que hizo a su padre como su primera casa-manifiesto. Erigió las de  Kahlo y Rivera. También pueblos y escuelas.

Los primeros edificios del arquitecto mexicano Juan O’Gorman (1929 y 1932), traen una estética que se puede ver hoy, pero en realidad son la expresión pura de una de las corrientes del movimiento modernista del siglo XX: el funcionalismo. Formas geométricas, paredes de hormigón armado expuesto, instalaciones eléctricas expuestas, grandes ventanas que priorizan la luz natural y la ventilación, jardines que aprecian las plantas indígenas

Para crearlos se inspiró en el concepto del famoso arquitecto francés Le Corbusier -quien en 1923 lanzó un manifiesto en el que propuso la búsqueda de una arquitectura en el espíritu de la época, industrial e ingeniero- con el cual  se mostró entusiasmado y vio en esta propuesta disruptiva una solución arquitectónica para el México de la década de 1920.

Después de la Revolución Mexicana, la consigna fue reconstruir el país. O, como dijo Le Corbusier en Vers une architecture, eran tiempos en los que era necesario elegir entre “arquitectura o revolución”, donde la revolución “se puede evitar”.

La idea era crear un lenguaje universal que permitiera construir elementos en serie, al igual que la producción de automóviles, explica Claudia Virginia Stinco, profesora de Arquitectura y urbanismo en la Universidad Presbiteriana Mackenzie. “Se imaginaban que las casas también podían construirse en fábricas y ensamblarse”.

Luego vino una arquitectura que pretendía ser mucho más ingeniería que arte, dejando de lado la preocupación por los formularios, al menos en teoría, para priorizar un hogar eficiente que utilice la menor cantidad de recursos posibles, ya sea material, financiero o humano, con los máximos resultados. “Los racionalistas radicales, un ala más joven, de la cual O’Gorman era parte, dijeron que (la discusión de las formas) era una discusión que no se podía tener en ese momento, porque los problemas en México eran más vehementes: había poco dinero para resolver muchas cosas más importantes”, apunta Stinco. Junto con Claudia Costa Cabral, profesora de la Universidad Federal de Rio Grande do Sul, afirma que no es posible reducir el funcionalismo a la categoría de estilo. Es una forma de ver la arquitectura, que valora la eficiencia a bajo costo, entendiendo que el hogar es una “máquina viviente”.

 

Las casas de Cecil, Diego y Frida

En un terreno alejado del centro de Ciudad de México, el arquitecto, a los 24 años, decide construir una casa estudio para su padre, el ingeniero Cecil O’Gorman.

Así surge la primera construcción funcionalista en América Latina, que cumple 90 años. “Tendemos a creer que este joven arquitecto termina haciendo arquitectura funcionalista real en las casas de Cecil, Frida y Diego antes de que el propio Le Corbusier”, dice Stinco.

El regalo para su padre, que nunca vivió allí, fue solo un pretexto para construir su primera casa-manifiesto, que pronto fue encargada por el famoso artista Diego Rivera. Junto a la primera casa se erigieron dos más -para Diego y para Frida- unidas por un puente. “Esta doble orden le da la oportunidad de hacer cosas que Le Corbusier aún no había hecho”, señala Cabral.

De los proyectos existentes de Le Corbusier surgió la inspiración para la icónica escalera de caracol exterior con barandas de hormigón, lo más destacado del estudio de los artistas, con grandes ventanales y techos dobles, así como el techo en forma de sierra. Pero enfocándose en las necesidades de México, no podía dejar de considerar la cultura local. En lugar de las paredes blancas y grises, uno de los pináculos de la arquitectura moderna, sus casas presentaban colores vibrantes, aludiendo a la cultura precolombina.

El rojo de la casa de Rivera, por ejemplo, se refiere al color utilizado para pintar los templos aztecas. Para la masa de las paredes, abundantes y resistentes agregados locales de suelo volcánico. En los jardines, solo las plantas típicas que no necesitan cuidados especiales para sobrevivir, que ya están acostumbradas al clima y al suelo de la región. Alrededor de las casas, sin paredes, yace una barda vegetal de cactus. Debajo de las casas, pilotes delgados. “Construir sobre pilotes significa que la planta es libre, pensando que todo el terreno es público, es común”, dice Stinco.

 

Reconstruyendo un país

Además de viviendas, O’Gorman diseñó pueblos y escuelas de clase trabajadora. Al asumir el Departamento de Escuelas y la Secretaría de Educación Pública de México, enfrentó el desafío de ayudar a resolver la situación en el país desde una perspectiva arquitectónica. Uno de sus proyectos más celebrados fue el de las Escuelas del Millón, en las que, con el objetivo de lograr la máxima eficiencia con los recursos mínimos, propuso la construcción de 20 edificios, la reforma de otros 20 y la expansión de ocho, con un gasto total de un millón de pesos, indica Stinco. La misma cantidad de dinero que se invirtió para construir una sola escuela primaria, la Benito Juárez.

Las estructuras siguieron la misma idea de sus primeras casas: hormigón armado e instalaciones aparentes. Para la circulación del aire, se emplearon tuberías de arcilla en las paredes.

Estas escuelas apuntaron a la máxima racionalización de la arquitectura, dependiendo de las necesidades de un país.

 

Perspectivas contemporáneas

Lo que fue visto como una solución arquitectónica para México posrevolución, surge como una forma de salir de los tiempos actuales. La creación de elementos de serie que permiten el ensamblaje de casas masivas, con la participación de la comunidad misma en la construcción, es lo que guía varias propuestas contemporáneas basadas en principios funcionalistas: optimizar espacios y costos buscando la máxima eficiencia.

Con los avances tecnológicos, las casas modulares preconstruidas se han convertido en una posible realidad. 

Un ejemplo es el proyecto de la oficina mexicana Zeller & Moye, en donde como estrategia para la vivienda rural en el país, han desarrollado casas modulares hechas de hormigón y ladrillo de barro, cuyo diseño puede variar de acuerdo con los deseos y el presupuesto de las familias. La base es un bloque de 90 metros cuadrados con dos dormitorios, sala de estar, cocina y baño. Según una nota publicada por los arquitectos, las viviendas se basan “en el análisis de las tradiciones y las condiciones de vida actuales de la población local, traducidas a una un lenguaje contemporáneo”.

 

Fuente
www.plataformaarquitectura.cl