Edición N° 377 - Septiembre 2014

Capilla Santa Ana, nacida de la selva y la Cruz

 

 

Una nave blanca con marcados ángulos exteriores se recorta del paisaje verde y se distancia del entorno. Un monumento que se divisa a lo lejos funciona como la cruz del altar. De esto se trata la Capilla Santa Ana, una iglesia situada en la ladera de un cerro del mismo nombre, en el Parque Temático de la Cruz, a 40 kilómetros de la capital provincial, Posadas.

La obra de los arquitectos Daniel Cella, Pedro Peralta y Lucía Cella recrea con simpleza el lenguaje de la arquitectura eclesiástica colonial. Los sacerdotes dicen que con un poco de voluntad es posible rezar en cualquier lado: en la iglesia, en la casa y hasta en la calle. Sin embargo, hacerlo en un ambiente apacible como el de la Capilla Santa Ana, en medio del monte nativo misionero, es una experiencia diferente. Pensando en esto es que sus proyectistas, los arquitectos Daniel Cella, Pedro Peralta y Lucía Cella, diseñaron una nave blanca que, se recorta del paisaje verde con la pureza de sus formas exteriores, y da abrigo y calidez a los feligreses bajo sus cabriadas de madera.
La edificación de esta capilla forma parte de un programa del
Gobierno Provincial que comenzó en 2011 con la inauguración del Parque Temático de la Cruz, que a su vez alberga a este pequeño edificio religioso recién inaugurado. “Su ubicación dentro del Parque explica el desafío que implicó este proyecto: generar un espacio beato dentro de un ámbito recreativo y turístico”, señala Lucía Cella. En efecto, la iglesia se situó en un lugar de desmonte y en pendiente, con una diferencia de 15 metros de cota entre el camino de acceso y la capilla. A su vez, dentro del Parque se eligió este emplazamiento para la capilla por estar erosionado y sin vegetación, lo cual permitió disminuir la huella artificial sobre el paisaje natural. El desnivel fue salvado gracias a una serie de rampas con una inclinación de 6 por ciento, a través de la cual se accede a una plaza-atrio de acceso a la capilla.
El sitio, de una belleza paisajística excepcional por los saltos de agua (no confundir con cataratas) y la variedad de su vegetación, cuenta además con la recientemente estrenada Cruz de Santa Ana, un monumento de acero y aluminio de 82 metros que se constituyó como hito del lugar y recuerda el aporte de los Jesuitas a la cultura de la región. Este símbolo tuvo un rol central en el trabajo de los autores, tal como ellos mismos señalan: “A partir de la cruz nos planteamos el desafío de resignificarla para que pase de ser un hito paisajístico a un elemento estrictamente religioso”.


Para abordar este reto, el estudio trazó dos estrategias. Por un lado, se decidió que la implantación de la capilla quedara definida por la orientación de las visuales hacia la Cruz, en otra cima del paisaje ondulado; por el otro, se procuró que el altar de cristal transparente del interior deje ver la cruz monumental, que de este modo queda enmarcada por las paredes de la nave, revestidas en madera clara. Desde el interior, el edificio recorta la cruz que se ve a lo lejos y se ve tanto de día como  de noche, iluminada con luz eléctrica, como si el monumento formara parte del altar de la capilla. “La cruz del altar es la que está a 1000  metros”, sintetiza Cella.

Espíritu misionero

En su aspecto formal, la capilla es un prisma de doble envolvente y techo a dos aguas, blanco por afuera para remedar a las construcciones jesuíticas y franciscanas de la época colonial. “Partimos de las proporciones de una iglesia tradicional, y luego buscamos que el interior fuera cálido y austero. Para esto, usamos sólo pino misionero tanto en las paredes como en el techo”. De este modo, se logró un efecto envolvente y de contención que contrasta y acentúa la inmensidad del paisaje selvático. Debajo del nivel de acceso, un subsuelo con acceso independiente alberga los servicios y la sacristía, ocultos en el basamento de la Cruz y fuera de las principales visuales.
Para llegar a la capilla es necesario tomar el camino principal del parque y ascender a pie mediante rampas muy suaves hasta alcanzar la plaza-atrio. Esta suerte de vestíbulo a cielo abierto está elevado 15 metros respecto de la senda turística, de la cual se aísla para ofrecer un lugar de reposo y avistaje de la Cruz de Santa Ana, que vista desde ahí parece flotar sobre los árboles. Además, los proyectistas concibieron el uso de la terraza para celebrar ceremonias muy concurridas que no puedan alojarse en el interior.
La estructura y la cubierta son de hormigón armado in situ, considerando lo inaccesible del lugar. Los cerramientos se materializaron en ladrillos cerámicos huecos tratados con un revoque hidrófugo y grueso a la cal tradicional, sobre los que se aplicó un mortero impermeabilizante cementício en capa fina, con malla plástica para evitar fisuras. Por último, se le aplicó una membrana impermeabilizante blanca tanto a las fachadas como a la cubierta.
La arquitecta reconoce que la obra es el resultado de los aportes, cuestionamientos y exigencias del comitente: el Instituto Provincial de Desarrollo Habitacional (Iprodha). Según Cella, la ubicación exacta en la ladera del cerro y el desarrollo de las rampas  fueron motivo de idas y vueltas, dada la presencia de roca basáltica muy cerca de la superficie que obligó a modificar el trazado cuando no se la podía romper, “pero el hecho de que los responsables de tomar las decisiones hayan sido profesionales de la construcción facilitó la evolución del proyecto hasta lograr el resultado actual”.

Diálogo entre obras

La obra de la capilla se incorpora al Parque Temático de la Cruz, un predio de 57,5 hectáreas ubicado a 45 kilómetros de Posadas sobre un cerro, cuya concepción surgió de la voluntad de revitalizar la oferta turística del sur provincial y el circuito de las Misiones Jesuíticas. Para esto, el Gobierno promovió la construcción de la gran Cruz de Santa Ana, que se divisa desde toda la zona, incluso desde el distrito paraguayo de Cambyretá (Departamento de Itapúa), junto con otros atractivos del sitio como el mariposario, el orquideario y los miradores naturales.
En sí misma, la Cruz es una estructura que puede recorrerse por dentro y desde donde es posible gozar de las visuales únicas del monte, tanto del Paraguay como de la Argentina. Y es porque el monumento está montado sobre un volumen escalonado de 35 metros de altura y planta oval que remata en un prisma con terrazas y galerías perimetrales transitables. En este edificio, a su vez, funcionan el Centro de interpretación y un auditorio con 120 butacas.
La Cruz se resolvió en acero galvanizado y está recubierta con una piel de lamas horizontales de aluminio. “Queríamos que la cruz se viera etérea desde lejos y sólida desde cerca”, había expresado el arquitecto Daniel Cella respecto del proceso de diseño en ocasión de su inauguración. Ahora, esta explicación cobra un sentido extra: desde el interior de la flamante .Capilla de Santa Ana puede verse a esta cruz que la completa a la distancia sin formar parte de ella. Más que un diálogo, una verdadera relación de interacción programática entre dos obras de arquitectura

 

Fuentes
http://biaar.com
http://arq.clarin.com
29.07.14

 

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