Paraguay es uno de los peores depredadores de bosques del mundo. Esta es la conclusión a la que han arribado en los últimos tiempos diversas instituciones internacionales, bilaterales y multilaterales, de asistencia a nuestro país. No obstante, sólo con esa información no se ha aportado nada nuevo para la mayoría de los lectores de esta columna.
La primera frase de arriba debería ser ampliada, por lo menos de la siguiente forma: uno de los peores depredadores de bosques del mundo, sin que al parecer exista en el país ninguna institución pública ni privada que pueda detener ese proceso salvaje de destrucción del hábitat natural, a pesar de la existencia de normas locales por las cuales deberían ser preservados, especialmente los bosques nativos. Urge detener esa depredación de inmediato, castigando ejemplarmente a los responsables de ella y verificando simultáneamente que la política de reforestación tiene lugar, para no sólo detenerla sino también ir compensando por lo menos parcialmente la desaparición progresiva de la superficie boscosa en nuestro país.
¿Qué hacer entonces ahora, dadas las circunstancias descritas? En primer lugar, mejorar la información acerca de la localización concreta de las zonas deforestadas, determinar los propietarios de las propiedades inmobiliarias afectadas, hallar a los culpables, aplicar sanciones severas y verificar que la depredación se detenga. Para lograr esto, se requerirá de voluntad política de parte de los gobernantes actuales. Sin ella, todo quedará nuevamente en el “opa rei”.
A fin de evitar que esto último ocurra, los medios de comunicación deberían tomarse como tarea prioritaria no cejar en su empeño de denunciar tales crímenes contra el ambiente natural e informar así mismo cuáles son las instituciones internacionales que denuncian a nuestro país como depredador por excelencia, recopilar sus publicaciones al respecto y hacerlas conocer mejor localmente.
Son numerosas esas instituciones en el exterior y las publicaciones actuales al respecto. Una de ellas es el Banco Mundial. Su página web está llena de estas últimas. Una lleva por nombre Enfrentando el cambio climático en los países más pobres. Allí puede leerse lo siguiente:
“… los últimos tres años fueron los más calurosos de la historia. Las emisiones de dióxido de carbono de los combustibles fósiles y la industria volvieron a aumentar en el 2017, luego de nivelarse brevemente. Muchas regiones están experimentando tormentas más severas y frecuentes, inundaciones y sequías. Según el último informe del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático, las consecuencias climáticas de un mundo más cálido a 2° C son mucho mayores que para un aumento de 1.5° C, y tampoco estamos en camino”.
Una de las causas más poderosas que conducen a dicho cambio climático es precisamente la depredación de los bosques. Y esta última se debe, en nuestro país y en años recientes, a la compra masiva de tierras boscosas de parte de colonizadores locales y extranjeros, entre ellos especialmente brasileños en la zona de dilapidación más acelerada, ubicada en esa franja de 100 km paralelos al río Paraguay, localizada en la región Occidental de nuestro país, también conocida como Chaco paraguayo.
Mientras las autoridades locales, públicas y privadas, no decidan tomar directamente cartas en este asunto, siniestros permanecerán los pronósticos: aún mayor deforestación y cambio climático, especialmente en términos de mayores y más frecuentes precipitaciones en determinadas zonas así como mayores y más frecuentes sequías en otras. Las primeras conducirán a mayores inundaciones, lo que aumentará el número de damnificados, los más pobres entre los pobres, en zonas de tierras bajas. Las segundas empeorarán la situación de las regiones áridas. El exceso tanto de las primeras como de las segundas va en contra de la productividad sostenible en la actividad agropecuaria y forestal.
Doctor Ricardo Rodríguez Silvero