Oriol Bohigas, arquitecto nacido en Barcelona, tiene hoy 91 años y aún trabaja en la firma MBM Arquitectes (Josep Maria Martorell, Oriol Bohigas y David Mackay), afincada en la ciudad catalana, en la cual ha enfocado su talento desde hace varias décadas, para estudiar nuevos proyectos y dar su visto bueno a la hora de autorizar la construcción de un diseño.
En el año de 1992, este arquitecto fue reconocido a nivel mundial como el gran artífice de lo que fue la Villa Olímpica y el Puerto Olímpico de Barcelona. Por lo que su gran dominio en el arte de diseñar edificios y construcciones quedó bajo el juicio de arquitectos provenientes de todas partes del planeta.
Un arquitecto sólido y comprometido con lo cívico
En el año 2015, Oriol Bohigas dio una entrevista al diario español La Vanguardia en la cual dio una prueba más de que su vocación por la arquitectura está más allá de la belleza técnica de una obra; en tanto sabe que en cada una de estas convergen aspectos como lo político, lo social y lo cívico.
Como barcelonés él ha sido testigo de todas las transformaciones sociales que han ocurrido a lo largo del último siglo.
Por eso, en la larga entrevista que concedió a ese periódico, escarba a fondo sobre cómo las tensiones sociales y el clima político ha definido el arte arquitectónico que representa la ciudad.
Este arquitecto tiene en claro que el avance político y la modernidad han producido una crisis de estructura económica que no ha permitido que avance socialmente.
Barcelona, como ciudad costera, se comercializa a sí misma a través del turismo, pero ha cerrado su crecimiento en otros enfoques más culturales y modernos.
Su indiferencia a la Sagrada Familia
Es por esto mismo que se puede entender porque Oriol Bohigas opina que la construcción de la Sagrada Familia representa una “vergüenza mundial”, es decir, una vergüenza arquitectónica que da a la ciudad unos tintes anacrónicos y una penosa situación que la sociedad española ha empezado a soportar, conforme se establecen nuevas perspectivas y exigencias políticas en los partidos.
Para él, la definición de “vergüenza mundial” nace del hecho de identificar que dicha obra es un total disparate.
Comenta que solo es necesario observar la apoteósica catedral (que empezó a construirse en 1882) para comprender que la idea interesante y ambiciosa de Gaudí se ha trastornado en su realización, sin obedecer los lineamientos de un plano y lo que representa la arquitectura de este genio catalán.
Es decir, al no conservarse los planos de Gaudí y limitarse a pequeñas reproducciones en libros donde se plasma su teoría arquitectónica, se desvió la naturaleza de la construcción, para convertirse en algo demasiado burdo, que amenaza a la estética misma de la ciudad.
Otro de sus argumentos para estar en contra del modo en que se han continuado las obras tiene que ver con el aspecto urbano de la catedral.
Según el plan de Gaudí, la fachada principal del templo sería de la Gloria, ubicada sobre la calle de Mallorca, y a la que se entraría por medio de una escalinata.
El problema es que para construir la escalinata se deben expropiar los terrenos frente a la iglesia, hoy ocupados por edificios de viviendas. Por eso, Bohigas afirma que “la Sagrada Familia es uno de los temas arquitectónicos peor llevados en Barcelona”. Sin definición de parte del Ayuntamiento barcelonés, nadie sabe si se cumplirá al pie de la letra el mandato de Gaudí.
Bohigas fue uno de los firmantes de una famosa carta publicada en La Vanguardia, el 9 de enero de 1965. En ella se señalaba que “no había justificaciones sociales ni urbanísticas ni pastorales ni artísticas para proseguir la obra”.
La carta fue firmada por Le Corbusier, Pevsner, Zevi, Moragas, Coderch, Rubió i Tudurí, Miró, Tàpies y Subirachs (posteriormente escultor del templo)
Para Bohigas, que los trabajos de construcción continúen es “una barbaridad cultural evidente”, según sus palabras.
Esta amenaza estética se deriva, de acuerdo a Bohigas, del deseo de reproducir una obra siguiendo el estilo de otro siglo u “otros siglos”, lo que al final se transforma en un absurdo cultural, irrumpiendo en la vida de la ciudad de Barcelona con una fea antigüedad.
Bohigas comenta, por ejemplo, que durante el siglo XVII aún se trabajaba en proyectos de iglesias góticas en Barcelona.
Y eso era admisible, no solo porque eran menos ambiciosas, sino también porque hoy son vistas como “curiosidades arqueológicas”, dotadas de un diseño disparatado, antiguo y sin exageraciones.
En cambio, a la Sagrada Familia se le ha dado un enfoque donde brilla una abundancia de errores y constantes cambios de estilo, llegando así a lo grotesco, como fruto del intenso deseo de crear una obra demasiado original, que era única por sí misma.
Este enfoque termina saliéndose de la innovación que Gaudí representó en su momento y que aún está muy bien reflejado en otros monumentos.
Fuente
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