Edición N° 457 - Mayo 2021

Las casas pasivas reviven con la pandemia por su gran eficiencia energética

 
La pandemia ha evidenciado lo deficientes que son muchas de las viviendas que se han construido en España durante décadas. Millones de almas han pasado los meses de confinamiento en coladeros de energía, departementos con problemas de ventilación y filtración y una mala calidad del aire interior. 
 
Sin embargo, hay otra forma de hacer casas. Han pasado tres décadas desde que Wolfgang Feist, físico y astrónomo alemán, construyera la primera vivienda pasiva del mundo en 1991, la suya, en la ciudad de Darmstadt, Alemania. Hoy es uno de los expertos más reconocidos del mundo en construcción eficiente. Feist se dio cuenta de que más de un tercio del consumo de energía procedía de la calefacción. Y se puso manos a la obra: estudió la distribución de calor, las ventanas, techos y sistemas de ventilación... Su casa logró consumir un 87% menos de energía que una convencional. 
Las viviendas pasivas tienen un alto grado de aislamiento de la envolvente sin puentes térmicos y una buena estanqueidad del aire exterior que consigue garantizar la mínima demanda energética. “Es sorprendente que lo que los virólogos recomiendan ahora sea casi exactamente lo que hemos estado diciendo durante 30 años. Siempre tuvimos en mente la salud y el bienestar de los ocupantes en los primeros pasos del desarrollo”, contesta Feist por correo electrónico desde su casa en Darmstadt, en la que reside con su familia. 
 
Para el fundador del Passive House Institute y del estándar internacional (y voluntario) con el que se certifican los inmuebles que cumplen su predicado, hay paralelismos entre la covid-19 y la crisis climática que se cierne sobre el mundo. Uno es que es innegociable la eficiencia energética en los edificios. 
En eso trabaja la Unión Europea desde 2012, cuando desarrolló una directiva que obliga a que todas las nuevas construcciones residenciales sean de consumo de energía casi nulo desde enero de 2021. También en España. Esto está contribuyendo a despertar un mayor interés por este tipo de viviendas pasivas y por certificados como el de Feist, aunque hay que recordar que no es el único que existe y al que pueden recurrir arquitectos y promotores. 
 
Poniendo el foco en el sello del físico alemán, en el mundo hay más de 29.000 inmuebles certificados, lo que representa una superficie de casi 2,7 millones de metros cuadrados. Aquí se incluyen viviendas, escuelas, guarderías y oficinas. En Fráncfort se está construyendo el primer hospital pasivo. 
 
En España, la primera Passivhaus (del alemán casa pasiva) se edificó en Moraleda de Zafayona (Granada) en octubre de 2010. Desde entonces, “hay un número creciente de proyectos y muchos arquitectos e ingenieros comprometidos en España que están haciendo un muy buen trabajo”, señala Feist. 
 
“En los últimos dos años se ha certificado la misma superficie que en los ocho anteriores y se duplicará en los dos años siguientes”, dice Bruno Gutiérrez Cuevas, presidente de la Plataforma de Edificación Passivhaus, la segunda asociación por número de socios (más de 800) en el mundo, solo por detrás de la alemana. Con la pandemia, “muchas personas han descubierto que existen formas de construir que permiten ahorrar energía y aseguran un mayor confort interior y por este motivo recibimos más consultas que tiempo atrás”, añade Gutiérrez. Aunque avisa de un incremento en los fraudes por parte de empresas que ofrecen passivhaus sin que se cumplan los requisitos. 
En España hay más de 158.000 metros cuadrados certificados repartidos en 150 proyectos. La previsión para los próximos dos años es alcanzar más de 387.000 metros y 307 inmuebles. De entre todos ellos destaca una vivienda en el municipio de Sant Andreu de la Barca (Barcelona). Dicen de ella que es la más sostenible de Europa al tener la certificación Passivhaus Premium (del Passive House Institute) y el sello 5 hojas Verde (del Green Building Council España). En la actualidad solo existen 19 viviendas en el mundo certificadas con el primero y un prototipo del segundo. 
 
“Dentro de sus cuatro paredes el ruido de los coches es imperceptible, no hay corrientes de aire y la temperatura no varía de una habitación a otra. Es una casa con una temperatura interior constante de entre 22 y 24 grados en la que siempre reina el silencio y en la que ni siquiera se escucha el ruido de la lluvia o la tormenta”, explica Stefano Carlo Ascione, arquitecto y especialista en construcción pasiva de la empresa Arquima. La casa, hecha con un sistema industrializado, genera cuatro veces más energía de la que necesita para funcionar gracias a placas fotovoltaicas. “Tiene un ahorro energético de más del 90% respecto a viviendas construidas según el Código Técnico de Edificación (CTE) de 2006 y del 50% con la actualización del CTE del 1 de enero”, según José Antonio González, fundador de Arquima. 

Viviendo en coladeros

Aunque el verdadero reto en Europa está en lo que ya se ha construido, en millones de viviendas demasiado ineficientes desde el punto de vista energético. El 75% del parque de la UE lo es. Esto es precisamente lo que está investigando Feist estos días en su casa de Darmstadt. “Estamos estudiando la aplicación de la tecnología de eficiencia energética, especialmente para la modernización de edificios existentes. Hay un enorme potencial para mejorar la eficiencia en este campo”. 
 
En España, el Gobierno tiene previsto invertir 5.300 millones de euros de los fondos europeos en rehabilitar el parque inmobiliario español. La tarea es ingente. Los propietarios españoles han puntuado con un 6,8 sobre 10 la calidad de vida en sus viviendas en 2020, según el estudio Quiero Vivir Mejor, elaborado por la Asociación Nacional de Distribuidores de Cerámica y Materiales de Construcción (Andimac). No es un suspenso, pero evidencia que el grado de satisfacción de los españoles con sus viviendas es insuficiente. Cerca del 40% de las viviendas españolas no ayudan al bienestar de sus moradores. 
 
A Andimac no le sorprende este descontento, dado el envejecimiento del parque español —se deteriora a un ritmo anual del 2%, mientras la rehabilitación afecta solo al 0,15% del mismo—. El 83% de las viviendas tiene más de 18 años, lo que tiene su reflejo en términos de confort y bienestar. Las categorías peor valoradas han sido el confort acústico y el térmico y la salubridad. “Son los factores cuyo valor se sitúa por debajo de la media”, dicen en la asociación. Después, el diseño de espacios, la accesibilidad, el ahorro energético y el confort lumínico 
 
 
Autor: Sandra López Letó
Fuente: El País / Vivienda
 

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