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Año XXXII - N° 379 - Noviembre 2014

Editorial

Preservando el guaraní conservamos nuestra esencia

La lengua guaraní ha sobrevivido a casi quinientos años de colonización, a pesar de haber sido estigmatizada, perseguida, prohibida, o apenas tolerada  -durante las tres centurias de la colonia y después de la independencia- por los distintos gobiernos de la primera república y los siguientes, correspondientes al período liberal que se inicia con la constitución de  1870 y que concluye con los regímenes autoritarios que surgen a partir del golpe militar de febrero de 1936. Escenario que se mantiene hasta casi fines del siglo XX, época en que se inicia su enseñanza.

Permaneció incólume durante cinco siglos aún en su condición de lengua ágrafa, sin alfabeto, el cual prestó del castellano desde aquel famoso “Tesoro de la lengua guaraní”, que escribiera el jesuita Antonio Ruíz de Montoya en 1639.

Desde los primeros días de la conquista, el guaraní se constituyó en la argamasa fundamental para la formación de la nación paraguaya, sin este idioma es inconcebible el Paraguay como país.

Sigue siendo la lengua materna de la mayoría de los paraguayos del interior, no así entre aquellos habitantes de Asunción y su entorno cuya primera lengua fue el español y que no tuvieron oportunidad en sus primeros años de tomar contacto con la lengua vernácula, iniciando su aproximación al idioma durante su educación académica. Aunque dicha enseñanza  “científica” es obligatoria a lo largo de los doce años de estudios primarios y secundarios, ellos, en su inmensa mayoría, no lo saben hablar, cuanto más saben escribirlo, no poseen vocabulario, no pueden seguir fluidamente una conversación, apenas balbucean e hilvanan algunas palabras y frases. En conclusión, no saben expresarse en guaraní.

Quien escribe esta página conoce el caso de una joven universitaria con gran facilidad para los idiomas que a más del español habla fluidamente el alemán, inglés, portugués y francés y, sin embargo, a pesar de haber estudiado guaraní desde el primer grado, no lo aprendió, lo poco que sabe lo asimiló en su casa. Este caso no es raro, la generalidad de los alumnos que no lo practicaron en sus hogares no hablan guaraní.

Se debe concluir que el sistema utilizado en la enseñanza de nuestro idioma oficial, (juntamente con el castellano), es un total fracaso. Es perentorio cambiarlo drásticamente.

Si bien quien escribe estas líneas no comparte la grafía que se utiliza ya que, en su opinión, dificulta el aprendizaje al darle a varias letras del alfabeto una pronunciación distinta a la del español y, además, se empecina en fabricar vocablos inexistentes en dicho idioma, no considera que sea el problema fundamental. El quid de la cuestión está en que hace hincapié en la escritura y no en la conversación, en el diálogo. El 80 por ciento de la enseñanza es escrita y solo el 20 por ciento o menos, hablada. El guaraní sobrevivió sin escritura a lo largo de quinientos años  y ahora con esta enseñanza, pareciera que vamos hacia su extinción.

Mandu’a sugiere que se integre la enseñanza del guaraní con la música paraguaya, con lo cual los alumnos escucharán las canciones, las traducirán e irán aprendiendo el idioma y de paso nuestra música; de esta forma se matarán dos pájaros de un tiro, el aprendizaje se hará de manera mucho más ameno y, al conocerlas, apreciarán nuestras polcas y guaranias, hoy olvidadas por la juventud habituada a alienantes ritmos foráneos de pésima factura.

Hace unos días, en un programa folclórico escuchamos decir a una joven: “hay que difundir nuestra música para que se la conozca, uno no aprecia lo que no conoce”. ¡Cuánta verdad contiene esta frase!

Al plasmar nuestra música con la enseñanza del guaraní se obtendrá un plus extra sumamente valioso, los jóvenes descubrirán páginas que cantan nuestro glorioso pasado, lo que puede ser aprovechado por sus maestros para ilustrarlos sobre la historia que cuentan estas obras. Temas como Cerro Corá, Campamento Cerro León, Rojas Silva Recavo, Che la reina, Regimiento 13 Tuyutí, Reservista Purahei y tantas otras permitirán a muchos alumnos alternar con nuestro rico pasado; hasta es posible que más de uno se entere de que el “Mariscal López” no es solo un shopping.

Y todo ello sin mencionar a aquellas preciosas páginas que cantan al amor. El guaraní es sumamente expresivo y sus giros son la esencia de su gran riqueza y dicha forma de decir está presente en las letras de cada una de sus canciones y qué mejor forma de aprenderlo que a través de ellas.

Poetas como Emiliano R. Fernández, con sus canciones épicas en guaraní galvanizaron al pueblo paraguayo antes y durante la contienda chaqueña. Un conocido folclorista recordaba, hace unos días, en un programa televisivo que el coronel  Luis Irrazábal, héroe de Nanawa y Campo Vía, le atribuía al autor de Regimiento 13 Tuyutí ser el responsable del 25 por ciento de la victoria. 

Para preservar el guaraní no se puede perseverar en el error, el éxito en su enseñanza permitirá rescatar nuestra cultura, nuestras raíces y razón de ser como paraguayos.

 
 

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