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Año XXXII - N° 381 - Enero 2015

Editorial

¿Merecemos o no alzar la copa?

Es indudable que la corrupción es como el pan nuestro de cada día, siempre presente. En el mes que pasó, casi por enésima vez, Transparencia Internacional ubicó a Paraguay entre los países más corruptos del mundo y el segundo en Latinoamérica, solo  superado en la región por Venezuela. No conocemos de cerca el grado de corrupción  en el país del Caribe, pero nos consta que en cierta ocasión, en esta lid, Nigeria y Bangladesh se llevaron la medalla de oro y plata, respectivamente, restándole a la nación guaraní apenas la de bronce. En ese entonces más de uno cuestionó el resultado, preguntándose si hubo fraude en el escrutinio o si se habría vendido el campeonato, pues de no ser así al Paraguay le correspondería el título e invicto.

Observando a vuelo de pájaro la prensa de los últimos treinta días, destacamos algunos de los hechos denunciados. En la Senavitat (Secretaría Nacional de la Vivienda y el Habitat), sus nuevas autoridades estimaban en 22.100 millones de guaraníes el daño patrimonial heredado de administraciones anteriores por 18.481 viviendas paralizadas, no construidas o a medio hacer.

En el Fonacide (Fondo Nacional de Inversión Pública y Desarrollo), la administración de los fondos otorgados a los municipios de todo el país para construcción, reparación y mantenimiento de escuelas, así como la provisión de merienda escolar era un verdadero desastre, siendo poquísimos los distritos no cuestionados. Al 1 de abril del año pasado, 104 de estas localidades aún no habían rendido cuenta sobre el destino de los fondos, cabe esta pregunta ¿cómo pudo la ley del Fonacide poner al gato a cuidar la carne? 

En el municipio de Fernando de la Mora, surgió un conflicto que involucró al director de tránsito, el coronel retirado Sinforiano Florentín y a 10 zorros (inspectores municipales) a su cargo, quienes lo denunciaron por exigirles, a cada uno, oblar 100 mil guaraníes, fruto de la recaudación diaria, (vulgo coima), y los que incumplían eran sancionados, debiendo permanecer en la sede municipal, no pudiendo hacer su labor en la calle. Llama la  atención el celo de estos funcionarios por querer trabajar, cuando es sabido que entre los burócratas el dolce far niente es la norma. ¿Por qué será que añoraban tanto la dura faena bajo el sol paraguayo en vez de estar, cómodamente sentados tomando un fresco tereré? 

“Avionetas que están bajo custodia de la Fuerza Aérea Paraguaya están rapiñadas y abandonadas”, reza un titular de Ultima Hora del 15 de diciembre, y agrega: “Las aeronaves, muchas de ellas utilizadas por narcotraficantes, fueron incautadas por la Fiscalía en procedimientos y quedaron bajo guardia de los militares. Llamativamente, las piezas son carneadas.” Lo llamativo sería que no lo fueran.

“760 obras mal ejecutadas en el Ministerio de Obras desnudan complicidad o desidia del Mopc”, denunciaba el 2 de diciembre un titular del diario digital ADN Paraguayo. En la sección Resumen de Prensa, de esta misma edición, se informa que el ministro Ramón Jiménez Gaona expresó su decepción por el atraso en la construcción del puente sobre el río Jejuí, a cargo del consorcio San Pablo que integran los ingenieros Hugo Navarro, Isacio Vallejos y el arquitecto Julio Mendoza. ¿Qué esperaba el ministro, al menos de Vallejos y Mendoza, si todas las obras donde intervinieron fueron cuestionadas por atrasos, pésima construcción o sobrefacturación, o las tres cosas a la vez? Cuesta entender, salvo por esas razones tan comunes a este país, que sigan siendo adjudicados con obras públicas.

Hasta en el publicitado caso del juicio político a los miembros de la Corte Suprema de Justicia, que deberá obligadamente tratarse en marzo luego del receso parlamentario, se rumorea que algunos votos de los 30 que se precisan y que aún dudan por el sí o por el no, están en la balanza de las ofertas, las que, por ahora, ya se estarían valorizando por encima de los 100 mil “verdes”.

Y hasta Tereré hápe, nuestra página de humor, rescata en este número un hecho que en otras latitudes sería inverosímil: el abogado Martín Mendaro Arias, en un caso de fraude al Estado, recusó a la jueza Lici Sánchez por “supuesta enemistad e imparcialidad manifiesta”. ¿Le traicionó el subconsciente o peca de sincericidio, dado que en nuestros tribunales lo normal sería todo lo contrario?

Y teniendo en cuenta estos pocos ejemplos ¿merecemos o no alzar la copa?

 
 

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