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Año XXXII - N° 383 - Marzo 2015

Editorial

Iniciar la recuperación de las calles robadas es impostergable

 

Mandu’a publica en esta edición una extensa entrevista al arquitecto Ricardo Meyer, decano de la Fada, quien ha lanzado su precandidatura a la intendencia de Asunción.

De la entrevista surgen las ideas básicas en las que sustenta su candidatura, las que la revista comparte plenamente ya que sus planteamientos son claros y tanto la participación de la ciudadanía como la educación son elementos claves para el éxito de la gestión que pretende encarar.

Sin embargo, hay un detalle de su plataforma que no convence a quien escribe esta columna y es, al parecer, la poca importancia que el arquitecto Meyer da a la tarea, en nuestra opinión impostergable, de recuperar los espacios públicos y especialmente las calles robadas durante la larga hegemonía del stronismo. Sin recuperar estas arterias sustraídas al dominio municipal será imposible encarar con éxito el mejoramiento del tránsito vehicular.

En el centro de Asunción, aproximadamente hasta Perú hacia el este y hasta la avenida Quinta por el sur, las calles no están cortadas y son todas de una sola mano, lo que posibilita un tráfico más fluido. Fueron vías habilitadas hasta la década del 40 inclusive, aunque las del microcentro son muy anteriores.

A partir de ahí comienza el caos de las calles truncas, arterias que terminan justo frente a una vivienda que ocupa el lugar por donde se proyectaba la extensión de la misma, obligando al conductor a dar una media vuelta a la manzana para descubrir que la calle continúa, quizás hasta con el mismo nombre.

Entre las avenidas Eusebio Ayala y Mariscal López, para poner un ejemplo, prácticamente no existen calles que las crucen de norte a sur, y entre esta última y Eusebio Lillo, en el tramo que va de República Argentina a Madame Lynch, casi la única que conocemos es Denis Roa, no pudiendo habilitarse una paralela a ésta que permita que una corra en un sentido y la otra en el contrario. Esto hace que el tráfico sea sumamente lento ya que, en caso que un vehículo circule detrás de uno más lerdo -como un ómnibus-, y ni que decir si le toca hacerlo a la zaga de un camión recolector de basura, le resultará imposible adelantarse ya que a cada intento se encontrará con otro que viene por la mano contraria.

Este fenómeno, común a toda el área metropolitana, surgió cuando, a mediados del siglo pasado, en Asunción y ciudades de su alrededor se dio inicio a un proceso de urbanización sin proyecto ni planificación alguna, con el sólo parámetro de la antigua Ley de loteamientos, que obligaba al loteador, al realizar el parcelamiento del inmueble, a construir las calles y ceder al municipio un porcentaje del terreno para  espacio público, llámense plazas, centros de salud, comisarias, etcétera.

Seccionaleros, policías, militares y todo aquel con suficiente poder para hacerlo, ocuparon primero esos espacios públicos y cuando éstos se acabaron se adueñaron de las calles, fenómeno que continúa, aunque muy morigerado, hasta nuestros días, como lo ilustra el caso de la calle Mbaracayú, en Lambaré, de la cual se apoderaron los propietarios de la empresa Inversora 7 I S.A., la que a pesar de las denuncias y esfuerzos de los vecinos para recuperar la calle, continúa, (con la connivencia del municipio), en usufructo de dichos bucaneros que fungen de caballeros.

La Ley determina que los espacios púbicos son inalienables, que el derecho de los municipios sobre estos terrenos no se pierde con el transcurrir del tiempo. Que el espacio público no puede venderse, donarse, alquilarse ni enajenarse de forma alguna. Iniciar las acciones para recuperarlos requiere solamente de la decisión política, la resolución y, lo más importante, del coraje necesarios.

Sabemos que esta tarea será ardua y lenta, que habrá que investigar cuáles inmuebles se encuentran en esta situación para lo cual habrá que escudriñar, por ejemplo,  en los planos que las empresas presentaron a los municipios al solicitar la autorización del loteo y, una vez ubicados los lotes sustraídos, entablar las acciones para recuperarlos. Será un proceso lento y debería iniciarse con aquellas vías imprescindibles para el mejoramiento del tránsito de la ciudad.

Como bien lo señala el arquitecto Meyer, se debe planificar a corto, mediano y largo plazo, pero esta tarea de recuperación de las calles robadas, aunque el resultado se haga esperar, debe ser una de las primeras acciones de la administración entrante. Estos juicios no podrían perderse, salvo incapacidad o contubernio, ya que la ley es demasiado clara por lo que recobrar estas arterias será sólo cuestión de tiempo, y los ladrones del espacio público, al cerciorarse de que existen administraciones honestas dispuestas a jugarse en defensa de los bienes a su cargo, lo pensarán dos veces antes de aventurarse a que el tiro les salga por la culata.

 
 

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