« Volver al detalle


Año XXXIII - N° 388 - Agosto 2015

Editorial

Reflexiones que dejan los últimos atentados del EPP

Los dos últimos atentados atribuidos al EPP con un saldo de cinco integrantes de la fuerza policial asesinados, sus vehículos acribillados a balazos y quemados, son, de parte de este grupo criminal, un claro mensaje dirigido a la Fuerza de Tarea Conjunta (FTC), integrada por militares y policías, así como, según interpreta la revista, a los mandos del Estado y a toda la opinión pública, haciendo saber, de esta manera, que no tolerará la presencia de los mismos en su zona de influencia.

Las autoridades han apreciado el hecho como un claro entente entre el narcotráfico y la guerrilla, ya que estos atentados se produjeron en zonas de fuerte influencia de la marihuana, en respuesta a los últimos decomisos de la droga en la región. Si bien en otros países, especialmente en Colombia, es conocida la alianza entre la guerrilla y la droga, creemos que lo acontecido supera dicha especulación, siendo el mensaje de una trascendencia mucho más grave, e indicaría que el EPP se siente con capacidad de asestar golpes cada vez más contundentes. 

En opinión de Mandu’a, la principal causa del fracaso de la FTC está relacionada, cuándo no, con la corrupción imperante tanto en la Policía como en el Ejército. 

Un oficial de policía, en ocasión del escándalo de los cupos de combustible, nos decía que los principales fraudes en la institución habría que buscarlos en la intendencia policial y en la nómina de funcionarios, ya que ésta estaría nutrida de planilleros y fantasmas. Un memorioso nos recordó que durante el gobierno del general Rodríguez, a poco de caída la dictadura, siendo jefe de policía el general Francisco Sánchez, ya se había denunciado la existencia de miles de agentes fantasmas. Solo para ilustrar el alcance de la corrupción en las esferas castrenses, recordamos un chisme que llegó a nuestros oídos, el de un sub oficial de intendencia, chofer de cierta repartición militar, a quien se le pega a las manos algo de todo lo que transporta, bastimentos, chapas, ladrillos, lo que sea. Incluso en época de vacaciones se lamenta de no poder trabajar.

Además, hay un dato más que elocuente: del total de integrantes de las fuerzas militares, sólo dos de cada tres, o peor, uno de cada tres de sus cuadros estaría integrado por soldados de línea, el resto son oficiales y jefes. Esto nos recuerda la famosa Constitución de Toto Acosta, parodiando la “carta política” de 1940, que en uno de sus artículos declaraba con ironía: “los militares serán mantenidos en la paz y defendidos en la guerra”.

El Ejército, para parangonar al glorioso verde olivo de la Guerra del Chaco, debe reestructurarse totalmente, tecnificarse, profesionalizarse, en síntesis, remozarse de acuerdo a los tiempos que vivimos, pues con éste que tenemos no podemos hacer frente a una gavilla de bandoleros que posiblemente no llegue a 50 miembros.

Decía el papa Francisco en su reciente visita al país que las democracias de fachada no sirven, que se requieren democracias plenas donde los derechos y obligaciones sean reales, no meramente enunciativos.

Qué puede esperar el pueblo humilde de esta democracia formal cuando las instituciones no funcionan, no existen en la práctica, no cumplen su cometido, solo se ocupan de recaudar pero no ofrecen ninguna contraprestación al ciudadano que paga sus impuestos. En los hospitales públicos y en el mismo IPS, la atención cada día es peor, no hay suficientes médicos o éstos no respetan sus horarios, motivo por el cual los pacientes deben esperar horas para ser atendidos, si consiguen ser atendidos, las farmacias de estos hospitales están casi vacías. Los agricultores no reciben la orientación ni el apoyo técnico que precisan para mejorar el rendimiento de sus cosechas ya que los pocos ingenieros agrónomos existentes no abandonan sus oficinas y en el mercado sus productos reciben un precio vil, manipulado en manos de especuladores que nos retrotraen a los tiempos del mensú. Los munícipes de toda la República roban con mil argucias el dinero del Fonacide, en desmedro de la educación y la propia alimentación de los niños. Y paremos ahí.

Con esta realidad qué significado puede tener la “democracia” para la población en general y primordialmente para los más humildes. Pueblo hambreado, mantenido en la oscuridad de la ignorancia que posibilita a políticos corruptos, en cada elección, engañarlos, usarlos, robarles por unos pocos pesos su soberano poder de decisión en el único momento en que pueden decidir su destino. Mientras esta impune realidad siga vigente, el descreimiento y el hastío de la población serán el abono que permitirá germinar a ideologías obsoletas, históricamente fracasadas pero que pueden ser atrayentes cuando ya se ha perdido toda esperanza.

 

 

 
 

Revista