« Volver al detalle


Año XXXV - N° 412 - Agosto 2017

Editorial

 

Una Madre de Ciudades a la que aún le falta mucho

Asunción cumple 480 años de fundación este mes. Con casi cinco siglos a cuestas -si contáramos solo desde la perspectiva de los conquistadores españoles-, la muy pomposamente llamada Madre de Ciudades es todavía una capital inconclusa.

De hecho, cualquier asentamiento humano estará haciéndose continuamente ya que las comunidades siempre tienen nuevas necesidades de respuestas. Sin embargo, en el caso de Asunción, esa expresión casi debe ser entendida literalmente por la gran cantidad de infraestructura física y los servicios que aún necesita..

Toda ciudad está compuesta por una suma -pequeña o grande- de individuos que viven en un espacio físico de edificaciones distribuidas según funciones específicas, con normas a seguir, una historia común y un vasto entretejido de relaciones humanas. 

Por lo tanto, su estructura organizacional -en lo que atañe a infraestructura edilicia y de servicios- debe estar orientada a satisfacer las exigencias de una vida de calidad para las personas que se desenvuelven en ellas.

Es obvio que, desde esa perspectiva, hay ciudades que sintonizan mejor con sus habitantes por la cantidad y por la calidad de sus prestaciones. Otras lo hacen a medias. Y están aquellas que distan mucho aún de los parámetros mínimos que permitan un pasar digno a sus habitantes.

Utilizando estos criterios, ¿en qué nivel puede ser ubicada Asunción? No está entre las óptimas, tampoco entre las pésimas. Se encuentra relativamente en el medio, en la categoría de aquellas que todavía requieren un largo recorrido para llegar a medidas razonables de bienestar ciudadano.

En lo que atañe a equipamiento, bienes y servicios Asunción es un asentamiento urbano que cuenta con casi todo lo que se requiere para vivir en comunidad, cumpliendo cada quien su rol en la sociedad. Su problema es la ausencia de calidad de lo que dispone.

Recorramos algunos de sus rasgos esenciales.

En cuanto a vías de circulación de vehículos, convengamos que sus calles y avenidas son estrechas, insuficientes, casi todas de doble mano, de cráteres, mal pavimentadas o carentes de capa asfáltica. Muchas de ellas  fueron robadas causando que el trazado de diversos barrios sea un verdadero laberinto. De ello deviene el tráfico caótico, congestionado, insufrible en ciertos tramos y a ciertas horas y desde ciertos accesos o salidas. Y el castigo cotidiano a los vehículos que al transitar por pésimas arterias viales disminuyen ostensiblemente su vida útil.

El transporte público, si bien ha mejorado con la incorporación de nuevas unidades en el área metropolitana, es otro talón de Aquiles. La capital del Paraguay es la única que hasta ahora no posee el servicio del metrobús y ni soñar con trenes subterráneos que se mueven con gran celeridad y eficiencia.

Si bien hay normas que regulan la construcción, permisos municipales que obtener, muchas de ellas no se respetan. Incluso a veces hay grandes obras que comienzan sin contar con la autorización correspondiente. Ello conlleva la idea y la práctica de que en este país, con dinero o por influencias, todo puede ser solucionado.

Las veredas son un calvario cotidiano. De niveles irregulares con respecto a las de los vecinos de una misma cuadra, con baldosas rotas, autos estacionados, escombros y pozos a modo de trampas, son un verdadero peligro para los peatones desatentos.

La seguridad de los ciudadanos, que está a cargo de la Policía Nacional, pero también de la Municipalidad -en lo que se refiere al ordenamiento del tráfico mediante policías municipales, por ejemplo-, es otro capítulo deficitario.

El desagüe pluvial que evite que en algunos puntos neurálgicos las calles se conviertan en arroyos desbocados en los días de lluvias torrenciales se agrega al listado de las insuficiencias a completar alguna vez.

Los mercados municipales caóticos -por decir lo menos-, la suciedad de calles y veredas -lo más notorio en las del microcentro-, evidencian incapacidad municipal, pero también falta de educación de los que arrojan su basura al suelo sin buscar el poco menos que inencontrable tacho de deshechos. A ello hay que añadir la deficitaria recolección de residuos domiciliarios.

La atención a los problemas sociales vinculados a la pobreza es todavía una asignatura pendiente. Las respuestas puntuales a los que sufren el impacto de las crecidas del río Paraguay son una manera de prolongar sine die la solución de un problema que hace rato debió ser superado con la construcción de vallados de contención permanente.

Estas situaciones y otras son de responsabilidad del gobierno comunal. Algunas de ellas atañen también al Gobierno nacional. Por lo tanto, planificada y orgánicamente, ambas instancias tienen que buscar soluciones. Los que gobiernan deberían deponer sus enconos y diferencias partidarias pensando solo en el bien común de las personas. 

 
 

Revista