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Año XXXV - N° 420 - Abril 2018

Editorial

 

Llega la hora de votar por el cambio

Con los comicios generales del 22 de este mes el Paraguay vivirá uno de sus momentos más trascendentes dentro de su democracia. Es en ese momento que los ciudadanos en edad de sufragar expresan su voluntad en relación al destino que quieren para el país.  Se votará en las urnas por el cambio o por el continuismo. El poder de cada persona se expresa en un voto por los candidatos de su predilección. Por lo tanto, es una oportunidad que no se puede desperdiciar.

Es necesario tomar una clara conciencia de que votar tiene que significar elegir a aquellas personas que a lo largo de su trayectoria han dado claras e indubitables muestras de que van a trabajar con tesón y patriotismo a favor de las grandes causas nacionales, de los intereses generales y no de los particulares. Votar es depositar boletines en las urnas; elegir es dar un paso más allá de ese formalismo establecido por la Constitución en un régimen democrático.

Para la mayoría del pueblo paraguayo, según se ha constatado en la historia, lo que hubo son votaciones. Solo para un segmento social consciente y maduro hubo elecciones. Es tiempo pues de sacudirnos del ropaje formal -muchas veces manipulado o distorsionado a través de recursos económicos desplegados para direccionar la voluntad popular o suprimirla- que en nada contribuye con el avance de la República y pasar a ese nivel superior de madurez cívica que es elegir.

Las dos opciones que se presentan para seleccionar al presidente y vicepresidente de la República, los senadores y diputados, los miembros del Parlasur, gobernadores y concejales departamentales solo apuntan a dos vértices: continuar con un gobierno del que de sobra se sabe sus grandes vicios o apostar por el cambio con un gobierno nuevo.

Del continuismo –que solo tuvo un fugaz paréntesis entre el 2008 y el 2013- es demasiado lo que se sabe porque a lo largo de casi tres décadas el pueblo paraguayo ha sufrido sus consecuencias nefastas: abusos de poder, corrupción,  violación de las leyes, inseguridad, desatención de la educación y la salud, indefensión de la soberanía nacional expresada sobre todo en las actitudes entreguistas asumidas en relación a Itaipú y Yacyretâ, prevalencia de los intereses particulares sobre los generales, uso del dinero para comprar voluntades, perversión del Poder Judicial, abandono de los campesinos y sectores sociales vulnerables, simulacros de lucha contra la pobreza e incremento de la deuda pública que la ciudadanía ha empezado ya a pagar en detrimento de su calidad de vida.

Esta vez la propuesta del más de lo mismo exhibe una clara amenaza de autoritarismo y copamiento de la administración pública y las organizaciones sociales por la extracción del candidato del sector. El temor surge de la idea de que nadie es independiente de su historia personal que, en su caso, está vinculada a la dictadura del sanguinario dictador Alfredo Stroessner y porque en algún momento, con gestos personales y palabras, ha demostrado simpatía por el que convirtió al Paraguay en una gran prisión a lo largo de 35 años de terror.

En el contrafrente, el cambio puede significar una voluntad y un ejercicio del poder para superar los viejos males que aquejan a la República de manera casi ininterrumpida. Ello tiene que implicar el ejercicio del poder sin abusos dentro de ley, seguridad, honestidad en el manejo de la cosa pública, mejora en los rubros de educación y salud, soberanía, los intereses generales por encima de los particulares, fin de la compra de voluntades, saneamiento global de la administración de Justicia, atención prioritaria a agricultores y trabajadores en general, verdadera lucha contra la pobreza con el agregado de formación y trabajo para que los destinatarios de programas sociales adquieran independencia y cese de la emisión de bonos que aumenta la deuda de los contribuyentes al Fisco.

Hay que votar al cambio porque con esa actitud se puede iniciar un  proceso de paulatino desmantelamiento de un sistema que lejos de debilitarse tras el fin del régimen autocrático en 1989 se ha ido afianzando a través de la utilización de máscaras democráticas sin el contenido verdadero de esa forma de gobierno. Es de advertir que no será fácil, pero tratándose de cuestiones humanas regidas por la voluntad política, se puede lograr.

La gran cantidad de compatriotas que quieren vivir en un país con decencia y desarrollo, sin corrupción ni abusos de poder, donde las mayorías marginadas tengan acceso a los bienes de una sociedad con calidad de vida y donde los delincuentes estén en su lugar natural –la cárcel- y no en puestos de poder traficando influencia, permiten mirar con optimismo el futuro inmediato.

Por ello, utilizando el poder del sufragio que iguala a los ciudadanos a la hora de marcar las papeletas y depositarlas en las urnas, es necesario votar por el cambio. El voto es la herramienta para censurar una forma de gobierno que mantiene al Paraguay en la pobreza y apostar por la posibilidad de abrir un tiempo de nuevas esperanzas.

 
 

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