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Año XXXVI - N° 424 - Agosto 2018

Editorial

 

Las respuestas que exige el país

El 15 de agosto se abrirá para nuestro país una nueva etapa con la asunción del presidente Mario Abdo Benítez. Por esos giros imprevisibles de la historia, un nombre estrecha e íntimamente vinculado al dictador Alfredo Stroessner ocupará el Palacio de Gobierno hasta el 2023.

Lo que va a recibir es la pesada herencia de su antecesor que olvidó a las grandes mayorías del país y se dedicó a fortalecer minorías vinculadas a sus intereses particulares.

Desidia en las carteras ministeriales, corrupción de diversos rostros, afán de violar la Constitución, inseguridad, despreocupación por resolver realmente el problema de la pobreza, abandono de la educación y la salud de la población e injerencia lamentable en el manejo de la justicia son algunas de las situaciones que deja el presidente Horacio Cartes al que llega para suplirlo.

A la par de buscar los mecanismos para enfrentar y superar lo que de entrada recibe, tendrá sus propios desafíos coyunturales. Por lo tanto, es prioritario definir de manera muy clara su hoja de ruta a partir de sus promesas electorales y de los condicionamientos inherentes a sus funciones.

Al inicio, su labor más relevante tendrá que estar centrada en la gobernabilidad. Será una tarea difícil porque las aguas dentro de su partido están bastante turbias después de la encarnizada lucha por el poder en el Parlamento entablada por el que a toda costa quiso violar la Constitución que claramente expresa que los expresidentes de la República se convierten, al abandonar sus cargos, en senadores vitalicios. Menos mal que hubo una mayoría en el Senado que impidió el juramento de Nicanor Duarte Frutos –calmado en su apetencia de poder con un alto cargo en el Gobierno que llega-, cerrándose así también las puertas al que no ha perdido oportunidades para crispar los ánimos de la ciudadanía en su intento de transgredir normas constitucionales.

Construir mayorías sostenibles en el Congreso que le permitan llevar adelante sus planes de gobierno será su punto de partida. Resuelto ello, tendrá que atender con eficiencia los grandes problemas nacionales y los asuntos pendientes en materia de desenvolvimiento institucional. Si no lo hace, hay que esperar temporadas de turbulencia más o menos severas que afectarán la marcha general de la República.

En la lucha contra la corrupción tendrá que establecer reglas claras que alerten a los funcionarios públicos de todos los rangos que la deshonestidad será castigada sin contemplaciones y sin excepciones amparadas en poderes fácticos que operen de manera paralela a la única conducción que debe existir. La vista gorda a ladrones de las arcas públicas debe estar ausente y, como contrapartida, los que fueren descubiertos apoderándose de bienes públicos tienen que ir a parar en el lugar destinado a los delincuentes: la cárcel.

La convocatoria de una Reforma de la Constitución es otra tarea a ser encarada sin más trámites. Si bien la reelección presidencial aparece como lo principal para acabar con las crisis de cada fin de periodos gubernamentales, hay otros aspectos de suma relevancia que tendrán que ser estudiados y debatidos de antemano. Uno de ellos es garantizar la independencia del Poder Judicial estableciéndose mecanismos de shock para depurar la podredumbre reinante en él.

A la luz de esa Reforma, tendrá que constituirse una nueva Corte Suprema de Justicia. La actual perdió su capital moral y no es hoy apta para seguir siendo la cabeza de una institución que debe garantizar el cumplimiento y el respeto de las leyes.

La seguridad es un factor insoslayable. La vida y los bienes de las personas requieren de la garantía del Estado a través de fuerzas del orden profesionales, capaces de enfrentar y derrotar a los delincuentes.

La renegociación de Itaipú es otro asunto que debe figurar en la agenda del nuevo Gobierno desde su primer día de gestión. El gobierno de Cartes deja ya a su sucesor un presente griego con Yacyretâ. El Paraguay no puede ya mostrar dudas ni claudicaciones en relación a la represa compartida con el Brasil. Será necesario conformar un equipo idóneo de trabajo que planifique la estrategia de la renegociación y establezca claramente las reivindicaciones nacionales.

La transparencia de las instituciones públicas regidas por la ley pertinente que determina que lo público debe estar en conocimiento de la ciudadanía tiene que ser un dogma para la nueva administración.

Otro capítulo no menos trascendente es la impostergable Reforma Educativa. Allí se jugará buena parte del futuro y las esperanzas de la Patria. A ello hay que agregar una atención preferente al área de la Salud Pública.

El Paraguay espera de Mario Abdo Benítez respuestas pragmáticas a sus necesidades, atención inmediata de las prioridades, honestidad, intolerancia a la corrupción, adhesión a la democracia, respeto de las leyes, férrea defensa de la soberanía nacional, transparencia y, en suma, patriotismo al ejercer el gobierno. Si le va bien, nos irá bien a todos.

 
 

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