« Volver al detalle


Año XXXVII - N° 436 - Agosto 2019

Editorial

 

La costosa imprevisión, un defecto a superar

Uno de los rasgos del comportamiento en la cultura paraguaya es la falta de previsión. No existe, por lo general, la sana costumbre de organizarse con suficiente antelación para enfrentar los hechos que van a ocurrir a futuro.

Aun teniendo la información y los medios necesarios para evitar que la realidad sobrepase la capacidad de respuesta, es habitual que las medidas se tomen a última hora -cuando la posibilidad de resolver las circunstancias imprevistas son pocas- o, lo que es peor, después de la consumación de los hechos.

Lo que se observa como constante en la conducta individual -salvo excepciones, obviamente-, se percibe también en el manejo de la cosa pública por parte de los administradores circunstanciales de las instituciones del Estado en los gobiernos.

En la mayoría de los casos, los que deben tomar las determinaciones poseen los datos objetivos de los problemas a resolver,  cuentan con el tiempo suficiente para establecer una estrategia y una táctica de respuesta, saben perfectamente los riesgos que se avecinan y tienen a los profesionales capaces de sortear el desafío que se presenta. Aun así, dejan que los días caigan de la hoja del calendario y, un mal día, se quedan sin capacidad de reacción eficaz.

Algunas realidades del pasado reciente de nuestro país permiten respaldar la tesis de un Estado que no toma las medidas con respecto a lo que va a ocurrir. O que las toma de manera irresponsable e incompleta, cargando luego con las nefastas consecuencias de esa actitud.

La última es lo sucedido con el arancel de autopartes. Los gobiernos de Paraguay -el de Cartes y el actual-, sabían muy bien que en algún momento el Brasil, cuya actitud imperialista no ha sido atenuada ni siquiera por el mecanismo integrador e igualador del Mercosur, iba a establecer un arancel a las piezas de automotores que se fabrican en nuestro país y se importan a su territorio. Las negociaciones al respecto se iniciaron, pero se interrumpieron supuestamente porque el bloque negociaba un acuerdo marco con la Unión Europea.

Lo concreto es que el Brasil proteccionista estableció, de golpe y porrazo, un impuesto del 16 por ciento para los repuestos de rodados. Con el grito al cielo de los afectados, quedaron al desnudo la imprevisión y la irresponsabilidad. Desesperado, el Gobierno de Mario Abdo Benítez pidió hacer lo que no hizo a tiempo: negociar. Menos mal que el Brasil –que pretende imponer cláusulas imposibles de aceptar- suspendió el arancel y le dio tiempo a Paraguay hasta diciembre.

A ese fresco episodio pueden agregarse otros, de similar naturaleza.

El Fondo Nacional de Inversión Pública y Desarrollo (Fonacide) destinado al mejoramiento de la infraestructura escolar y a obras de desarrollo comunitario no previó mecanismos de ejecución y control eficientes por lo que la corrupción devoró un alto porcentaje de sus buenas intenciones.

Otro ejemplo de imprevisión es la falta de construcción de protecciones seguras para ciudades como Fuerte Olimpo, Concepción, Asunción. Alberdi y Pilar, entre otras, afectadas periódicamente las inundaciones del río Paraguay y sus tributarios.

En la salud pública ocurre lo mismo. A esta altura del año llueven los pedidos de ampliación presupuestaria al Parlamento para cubrir las necesidades hospitalarias porque en su momento no se asignaron los montos que requiere el sostenimiento de servicios de sanidad esenciales para la ciudadanía.

El Metrobús es un caso especial: constituye un monumento a la imprevisión, pero también a la incapacidad de gestión. Siendo una obra tan trascendente para la ciudadanía que sufre el martirio del pésimo servicio de transporte público, el Gobierno hubiera subsanado los problemas de expropiación que se presentaron y puesto el máximo cuidado para escoger una empresa capaz de terminar la obra según el contrato estipulado.

El listado podría continuar, pero es suficiente para probar la tesis de la imprevisión y la incapacidad de gestión en los administradores de la cosa pública que para nada tienen en cuenta que la característica más significativa del buen gobierno es la previsibilidad.

Lo grave de la falta de previsión es el costo en dinero para las arcas públicas alimentadas con el pago de impuestos de los ciudadanos y el costo social, es decir su impacto en la calidad de vida de las personas. En contrapartida, hacer bien y a tiempo los deberes ahorra dinero y repercute en el bienestar de la gente.

Para avanzar por el camino correcto, por el del deber ser, es necesario superar el rasgo cultural de la falta de previsión y de gestión tanto en lo individual como en lo que atañe a lo colectivo en las gestiones del Estado. Será un avance significativo que contribuirá eficazmente al desarrollo del país.

 
 

Revista