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Año XXXIX - N° 454 - Febrero 2021

Editorial

A no bajar la guardia en el último tramo de la pandemia

Si el año pasado fue difícil por la aparición de la pandemia del coronavirus y sus consecuencias en los diversos planos de la vida del país, sobre todo en los de la salud y la economía, el 2021 no se presenta más fácil, aunque la esperanza de que el panorama mejore es algo alentador.
 
Esa esperanza se funda en la vacuna contra la Covid19 que ya empezó a aplicarse en países de nuestro continente, incluyendo a nuestros vecinos Argentina y Brasil, y otros. La posibilidad de que se inmunice a buena parte de la población, comenzando por las poblaciones que mayor riesgo, abre un resquicio optimista con respecto al encaminamiento de lo que se da ya en llamar la nueva normalidad.
 
Lastimosamente el Ministerio de Salud Pública, que se ha visto envuelto en la telaraña de la corrupción en todo este tiempo que se lleva batallando contra la enfermedad, se ha retrasado demasiado en articular los mecanismos legales que le permitan adquirir cuanto antes la vacuna.
 
Es, desde todo punto de vista, lamentable que cuando ya los vecinos están vacunando a sus ciudadanos, aquí recién se hayan dado los primeros pasos para comprar los inmunizadores. Ese retraso es muy costoso para todos.
 
Es evidente que cuanto antes vuelva a existir seguridad para desenvolverse en la sociedad sin las restricciones a las que estamos aún sometidos, el país va a ganar sobre todo al posibilitar que se reactive la economía que es el motor que mueve al país al permitir la reapertura de empresas y negocios, así como generar empleos para los miles de desocupados por culpa de la pandemia. Todo esto también implica el pago
de impuestos que permite al Estado cumplir con su responsabilidad presupuestaria.
 
Con esta perspectiva que abre la posibilidad de que la luz que se avista al final del túnel sea una realidad, es obvio que todavía queda un tramo que hay que recorrer tomando todas las precauciones para cuidarse de la Covid19.
 
No hay que bajar la guardia porque están vistas las consecuencias de la relajación en el cumplimiento personal de las medidas recomendadas por las autoridades sanitarias. Los encuentros de fin de año, las vacaciones al Brasil y otras situaciones que implicaban vínculos presenciales en lugares cerrados sin el uso de tapabocas, sin el distanciamiento adecuado y sin lavado de manos han generado el aumento de la cantidad
de personas afectadas por el coronavirus.
 
Ese incremento de enfermos que ocupan camas y unidades de cuidado intensivo en los hospitales, tanto privados como públicos, hace que la escasa capacidad sanitaria del país se encuentre en un verdadero aprieto.
 
Desde el comienzo de la lucha personal y colectiva contra la pandemia se ha dicho que la guerra se va a ganar fuera de los hospitales con ciudadanos que tomen conciencia de la necesidad de protegerse y, de ese modo, proteger a los demás. Urge que las autoridades sanitarias y los líderes de opinión insistan en la idea de que todavía estamos bajo amenaza y hay que actuar en consecuencia.
 
Ya se ha aguantado casi un año de limitaciones, con más o menos restricciones. Ahora, en el último tramo, no es cuestión de dejar de lado las prácticas que han permitido al Paraguay navegar en las aguas turbulentas del acecho del virus de un modo razonable, sin las consecuencias tan nefastas que se han observado en países severamente castigados.
 
A no bajar la guardia. A seguir cuidándose. Falta poco para la vacuna. La salud asegurada será también la posibilidad de que el país se recupere. Esa es la gran esperanza.
 
 

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