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Año XXXIX - N° 459 - Julio 2021

Editorial

El dinero puede matar nuestra endeble democracia

En democracia, el voto del ciudadano es un valor trascendente porque expresa la libre voluntad de los ciudadanos con respecto a su futuro inmediato en una comunidad, un departamento y un país.

Si esa voluntad se distorsiona con dinero, presión, fraude o cualquier otra manera que implique intervención indebida en lo que realmente quiere la gente, el panorama democrático se vuelve sombrío y peligroso. Significa que los resultados electorales son falsos, no reflejan lo que las personas desean y los que recurren a esos medios toman por asalto el poder, careciendo de legitimidad que deberían otorgar las urnas. Gobierna el dinero, no la voluntad popular.

En el Paraguay, hace mucho tiempo que en el Partido Colorado se ven esas prácticas distorsionadoras del querer y del sentir del electorado. En los otros partidos, salvo la ocasional aparición de imitadores de algunos de los que forman parte del partido que está, sin interrupción casi, al frente de la República hace tiempo, se ha visto poco.

Cuando se debatía, para modificar el Código Electoral, entre la votación por un candidato y las famosas “listas sábana”, se advertía que con la modalidad nueva que se quería poner en vigencia iban a salir triunfantes los que contasen con bolsas de dinero más grandes para “convencer” a sus electores.

Se hacía notar también que por esa vía podrían aparecer grupos mafiosos o sencillamente con grandes intereses económicos que iban a “invertir” en los comicios para que después los “electos” estuviesen al servicio de sus pretensiones.

Desafortunadamente ese vaticinio, con la nueva modalidad electoral que se implementó por primera vez en nuestro país, ha empezado a cumplirse ya. El inusual despliegue de recursos económicos se ha observado en un sector del Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA), en concreto, el llamado llanismo.

Bastará recordar dos hechos para avalar la observación de la gran cantidad de dinero que corrió. Uno es el ocurrido en San Antonio, localidad del Departamento Central. Allí el actual intendente de esa comunidad, llanista aspirante a la reelección, fue asaltado y oficialmente se dijo que los delincuentes se llevaron más de 200 millones de guaraníes. Para una población tan pequeña, esa cantidad es muchísima.

Cabe sospechar que ese dinero no era solo para pagar el alquiler de vehículos para trasladar a los electores hasta el lugar en donde debían votar en las máquinas que fueron utilizadas esta vez sino que era también para la compra de voluntades.

El segundo episodio es el que, llamativamente, ocurrió en el municipio de Lambaré. Allí, contra todo pronóstico, el candidato del oficialismo liberal ocupó el cuarto puesto. Es de conjeturar que ese resultado no fue gratuito. Y que las listas del primero, segundo y tercer lugares accedieron a recursos económicos no habituales en las internas partidarias de los azules.

Tras la observación de la realidad en el escenario del 20 de junio pasado, es de suponer que ingresó a la disputa un poderoso factor económico extrapartidario. El sector oficialista considera que el dinero de los llanistas provino del cartismo. Esa presunción no es descabellada considerando las relaciones entre los dos máximos dirigentes de esos movimientos y la cercanía de las elecciones generales del 2023.

La lección que queda es que el dinero eleccionario más que nunca se convirtió en “poderoso caballero” y que la endeble democracia paraguaya puede sufrir un golpe mortal si no se le cierra el paso a los que, plata mediante, se sienten dueños del país.

 

 
 

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