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Año XXXIX - N° 467 - Marzo 2022

Editorial

Urge real combate a la violencia y al narcotráfico 
 
El asesinato de Cristina “Vita” Aranda en el episodio en el que un sicario se abrió paso entre la multitud buscando a su víctima –tal vez víctimas- expuso, una vez más, ante la opinión pública la gravedad del avance del narcotráfico. Ella se divertía al igual que las personas que estaban allí, ajena al mundo desde el que le alcanzó la bala que produjo su deceso.  
 
Ese crimen, si bien no corresponde a lo calificado como “violencia de género” remite, de modo indirecto, a otro serio problema social que es la agresión a la mujer, de manera explícita o disfrazada. Siendo el 8 de marzo el Día Internacional de la Mujer es pertinente recordar a “Vita” y a tantas otras mujeres víctimas de la violencia y la corrupción. Enfrentar y resolver estos problemas es crucial para nuestra sociedad.  
 
El narcotráfico y sus consecuencias vinculadas a la delincuencia en sí y a la narcopolítica y a la narcopolicía son gravísimos problemas para el Paraguay. La inseguridad que genera en algunas zonas fronterizas ha ido en constante ascenso.  
 
Las acciones criminales de los narcotraficantes no se circunscriben solo a territorios específicos como Pedro Juan Caballero –por citar el punto de mayor concentración de los que están vinculados al comercio de las drogas prohibidas-, sino que se han desbordado a otros lugares de la geografía patria. 
 
Lo ocurrido en una fiesta en San Bernardino recientemente fue una muestra de que los narcotraficantes carecen de códigos y atacan a sus enemigos en cualquier escenario sin importarles el costo de vidas inocentes. No les importa quiénes mueren con tal de cumplir su propósito de eliminar al que han elegido como blanco de sus disparos. 
 
Su poder se ha fortalecido al captar la voluntad de políticos a través de aportes a campañas e inserción protagónica en la arena política. Por otro lado está la narcopolicía. Las fuerzas del orden que reciben “maletines”, coimas y dádivas diversas los protegen, hacen oídos sordos a sus fechorías y “limpian” el entorno donde van a cometer sus crímenes. Esa parte podrida de la Policía es una poderosa aliada de los malvivientes del narcotráfico. 
 
El daño que causa al país la narcomafia es cuantioso. Lo más trascendente es la inseguridad. Sus actos muchas veces alcanzan también a personas que nada tienen que ver con ellos. Por otro lado, la imagen del Paraguay en el mundo se vincula, generalizando, al narcotráfico, entre otras consecuencias. 
 
El presidente Mario Abdo dijo que el sicariato de los narcos “va a seguir” y que su Gobierno “está comprometido en la lucha contra el narcotráfico”. Ese es el discurso. Lo que la ciudadanía tiene derecho a saber cuánto antes es qué medidas sistemáticas y drásticas se van a tomar contra los que no combaten los narcos y en contra de los peces gordos, incluyendo a políticos. El resto es palabrerío. 
 
  
 
 

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