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Año 40 - N° 478 - Febrero 2023

Editorial

Está llegando la hora del cambio

La cercanía de las elecciones generales para votar por un nuevo presidente de la República y otras autoridades hace que este sea un momento propicio para volver a mirar la realidad de nuestro país para, a partir de ahí, proponer un cambio que lleve a la Nación a un estado de mayor bienestar.

La situación actual de atraso, pobreza, corrupción, inseguridad, graves problemas en salud y educación, falta de soberanía, injusticias y otros males crónicos, en gran medida se debe al partido que durante más de 70 años ha estado gobernando el país.

La dictadura de Alfredo Stroessner, que fue sostenida por el actual partido de gobierno para darle una fachada democrática, es una de las huellas más nefastas de los que ahora, una vez más, pretenden asumir el poder por otros cinco años. Los apresamientos arbitrarios, torturas, desapariciones, exilios y miedo fueron la constante de ese negro tiempo de nuestra historia.

Sus secuelas no han desaparecido del todo. En el actual gobierno y entre los que se postulan para algún cargo en las elecciones de abril venidero todavía hay nostálgicos del autoritarismo deseosos de retornar al esquema fascista. Las actitudes totalitarias que aparecen cada tanto son la evidencia de que si las circunstancias les fueran favorables volverían con gusto a imponer un régimen dictatorial.

En el largo ensayo democrático iniciado en 1989 muchos de los males del régimen despótico siguieron en vigencia. Uno de ellos es que los intereses de los que están en el gobierno gozan de preferencia. No hubo ni hay líderes que antepongan el bienestar de la mayoría a las apetencias de las minorías empotradas en las instancias de decisión fundamentales.

Debido a ello el Paraguay continúa con un alto índice de pobreza y atraso. Tras la pandemia, con la pérdida de empleos y cierre de numerosas empresas, cubrir las diarias necesidades básicas se ha vuelto más acuciante.

La corrupción es otra constante, acompañada y amparada por la inseguridad y la impunidad. Con una Policía al servicio del dinero y jueces y fiscales que no se quedan atrás en esto, la deshonestidad de muchos funcionarios públicos es la constante. Los que deberían proteger a los ciudadanos se alían con los delincuentes. Nunca hubo voluntad para cambiar este crónico estado de cosas.

La educación y la salud públicas son calamitosas. No contribuyen para nada a vivir en un país mejor educado y sano.

De los administradores de justicia, ni hablemos. Clientelismo mediante, el partido gobernante ha copado sus diversas instancias para mal, no para bien.

Estas son solo algunas de las realidades que están reclamando un cambio en el gobierno de la República. El 30 de abril próximo tendremos una nueva oportunidad para optar por el cambio. Es necesario que el Estado tenga nuevos administradores. De lo contrario, el calvario paraguayo continuará.

 

 

 
 

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