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Año 41 - N° 488 - Diciembre 2023

Editorial

La reforma educativa es de suma urgencia

Una de las deudas pendientes de la democracia -de lo que se ha venido llamando democracia- en el Paraguay es la educación formal, tanto pública como privada. Se han perdido 34 valiosos años para convertir a esa herramienta indispensable para el desarrollo en las diversas áreas del conocimiento y el hacer humanos en el motor que lleve a tiempos de mejor calidad de vida para todos.

En varios gobiernos ni siquiera se mencionó el tema. En los últimos sí, aunque sus gestores se han perdido en una maraña interminable de idas y vueltas que han desembocado en rotundos fracasos. Se comprende que al ser una tarea tan esencial y abarcante requiera de un proceso maduro e inteligente para elaborar con visión de futuro inmediato una hoja de ruta válida y sostenible.  Ello, sin embargo, no debió ser un obstáculo insalvable.

El nuevo gobierno, en sus primeros 100 días de acción, no ha mostrado suficientes actitudes firmes y hechos concretos que indiquen cuál será el itinerario que tomará para lograr lo que prometió a boca llena: una vida mejor para todos los habitantes del país. Esa apreciación incluye el retraso que persiste en dotar a la educación paraguaya de una reforma que le permita enfrentar los difíciles tiempos de cambio, marcados por la tecnología y los paradigmas ideológicos vigentes en el mundo.

Es hora, pues, de que el Ministerio de Educación y Ciencias (MEC), responsable de llevar adelante la política educativa, tome al toro por las astas, asuma de lo ya elaborado anteriormente lo que pueda servir y se ponga a trabajar en serio para concretar el año que viene lo que tanto se ha venido esperando para que el derecho a una educación de calidad esté vigente.

La educación impartida en escuelas, colegios y universidades tiene que estar acorde a un diseño de país: un Paraguay libre, verdaderamente democrático, insertado en el mundo actual cada vez más tecnologizado; con soberanía en todos los ámbitos, equidad, justicia, respeto, capacidad para autoconstruirse y construirse colectivamente; con memoria de su pasado y, al mismo tiempo, proyección al futuro; con valores que tengan por norte la dignidad de las personas, seguridad y, en suma, dé posibilidades de autorrealización.

Por todo ello, es evidente que la educación tiene un alto componente político porque atañe al Bien Común. Entonces, son los políticos los que deben definir el país pretendido. Y ese país tiene que estar acorde a lo señalado en el párrafo anterior, que es lo que todos esperamos.

A partir del conocimiento preciso del país a construir, desde la realidad actual tanto local como global, es que se deben elaborar los fines, objetivos, planes, programas y contenidos, sin olvidar que una educación de calidad requiere docentes de calidad.

La nueva reforma educativa tiene que concretarse cuanto antes. Es una necesidad cuya respuesta no puede seguir postergada.

 

 
 

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