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Año 41 - N° 492 - Abril 2024

Editorial

El Estado ausente deja que el capital devore a consumidores

Cuando se habla de seguridad, se alude al Estado ausente. En los lugares donde los delincuentes gobiernan, el Estado ha perdido su rol de mantener la convivencia en base a las normas establecidas, el respeto y el orden.

La ausencia reguladora, con poder coercitivo, del Estado, sin embargo, no se da solamente en el ámbito de la seguridad ciudadana, aunque allí es donde se manifiesta con más fuerza. Hay también muchos otros espacios en los que se nota y causa un impacto negativo la falta de las instituciones que protejan al ciudadano de abusos diversos.

La defensa del consumidor es uno de los eslabones más frágiles de los gobiernos que se han sucedido. El capitalismo voraz que solo corre detrás del lucro a cómo dé lugar comete todo tipo de desbordes porque el Estado no cumple su esperado rol de proteger a los ciudadanos de sus atropellos.

A modo de ejemplificar, miremos solamente algunos sectores. El “seguro” médico es uno de ellos. Cuando se trata de problemas de salud menores, funciona en cierto modo, pero al aparecer enfermedades complejas, e incluso no tan complejas, cobran, por lo general, lo que quieren. Para muestra, baste un botón: en tiempos de la pandemia, un seguro médico pasó a dos asegurados una liquidación de 2.200.000 guaraníes por cada Remdesivir utilizado en ellos. Afuera, solo costaba 700.000 según verificaron.

No hay una ley que proteja al asegurado. La ley de defensa del consumidor es letra muerta aquí. Nadie defiende al asegurado que tiene que lidiar con la voracidad de las prestadoras de servicios pagados de salud.

La falta de seguridad también se manifiesta en el área de los medicamentos que no tienen el porcentaje de la droga que la caja dice tener. Lo evidencia el hecho de que algunos médicos, en actos de sinceridad dicen al paciente: “Si podés, no retires del IPS, comprá.” O “si comprás de laboratorios argentinos o alemanes, mejor todavía.” Más claro, agua.

Notablemente, los ganaderos lograron que se montara un laboratorio de control obligatorio de calidad para los productos veterinarios. Sin embargo, para los fármacos destinados a humanos no hay tal control que garantice la eficacia de las drogas.

En el rubro de los alimentos, ¿quién garantiza su inocuidad, es decir que tarde o temprano no hagan daño a la salud? ¿Quién controla los supermercados y afines? ¿Dónde está el Estado para defender a los ciudadanos?

¿Y quién defiende a los productores a los que los supermercados -que son grandes capitales- pagan por sus productos hasta 90 días después de la entrega de la mercadería? Ganan dinero con el dinero ajeno.

Debe quedar claro que el capitalismo, con la libertad de mercado convertida en libertinaje, no debería tener carta blanca para agredir y poner en peligro a los ciudadanos. Es el Estado el que debe arbitrar las medidas para la defensa de productores y consumidores.

 

 

 
 

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