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Año 44 - N° 508 - Setiembre 2025

Editorial

Pilar y la agenda urbana pendiente: resiliencia, vivienda y ciudad

La licitación de la Fase C de la Defensa Costera de Pilar, por USD 27 millones (G. 191.860 millones), promete más que diques: una costanera, ciclovías y espacios públicos para 34 000 habitantes. La obra es vital frente a las crecidas del río Paraguay, que históricamente han puesto a la ciudad en emergencia. Pero también puede convertirse en algo más: un modelo de cómo combinar infraestructura hidráulica con urbanismo de calidad. El desafío es que no se quede en una obra aislada, sino que marque un nuevo paradigma de ciudad.

La experiencia internacional ofrece pistas claras. En Hamburgo, el estudio Zaha Hadid Architects diseñó en 2013 la defensa costera de Wilhelmsburg, donde el dique contra las crecidas del Elba se transformó en viviendas, terrazas verdes y senderos peatonales. La infraestructura dejó de ser un simple muro para convertirse en arquitectura habitable y espacio público. En paralelo, el megaproyecto HafenCity reconvirtió 157 hectáreas portuarias en un distrito resiliente al agua, con plazas que pueden inundarse en crecidas y con la premisa de que todas las orillas del río sean de uso público, evitando la privatización de la ribera. Ambos casos muestran que convivir con el río, lejos de ser un problema, puede convertirse en motor de diseño urbano de calidad.

Otros ejemplos refuerzan esta visión: Copenhague diseñó en Saint Kjelds parques que se inundan durante tormentas y luego funcionan como áreas recreativas. Nueva Orleans, tras el huracán Katrina, apostó por parques inundables que actúan como reservorios. Estos modelos enseñan que la resiliencia no es solo protección, también es espacio público, cohesión social y biodiversidad.

En Paraguay, Encarnación sirve de referencia: su transformación con el Plan de Terminación de Yacyretá incluyó relocalización de familias, costaneras, infraestructura turística y nuevos equipamientos. La ciudad ganó atractivo, pero el proceso supuso costos sociales como la pérdida del casco histórico. Una lección importante: el impacto urbano debe planificarse de manera integral para evitar desequilibrios.

El presente también muestra contrastes. En Asunción se entregaron 54 viviendas en Chacarita Alta (con apoyo del BID). La iniciativa busca dignificación habitacional, pero su escala es mínima frente al déficit. Además, algunos beneficiarios denuncian problemas de servicios y conectividad. Lo que se plantea como “mejora integral” aún queda corto para responder a la presión sobre alquileres y al acceso a vivienda asequible.

Aquí se revela la paradoja paraguaya: el mercado inmobiliario es atractivo para la inversión regional, mientras voces locales alertan de una crisis habitacional inminente. No bastan proyectos puntuales; se necesitan políticas de suelo, incentivos a la vivienda social y reglas claras para el alquiler.

El sector de la construcción y la arquitectura tiene un rol clave. Innovar en métodos constructivos sostenibles, exigir previsibilidad en los pagos de obras públicas y diseñar proyectos con vida útil y mantenimiento garantizados son condiciones indispensables. Pero también hace falta mayor transparencia en el uso de recursos públicos, para que cada inversión se traduzca en beneficios tangibles y duraderos.

Pilar puede marcar un antes y un después. Si se convierte en la “Wilhelmsburg paraguaya”, con espacios públicos vivos y resilientes, será símbolo de equidad y visión. Si se queda en un simple muro de contención, será una oportunidad perdida.

El agua no espera, y la ciudadanía tampoco. El momento de construir ciudades resilientes y sostenibles es ahora.

 

 

 
 

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