Edición N° 429 - Enero 2019

Recordaron el centenario de Oíza, autor de obras maestras de la arquitectura española

 
  • Torre Triana en la Isla de la Cartuja en Sevilla.

  • Santuario de Nuestra Señora de Aránzazu, en Oñate, Guipúzcoa.

  • Palacio de Festivales de Cantabria.

  • Centro Comercial A Laxe en Vigo, Galicia.

  • Torres Blancas, Madrid.

  • Museo Oteiza en Alzuza, Navarra.

  • Torre del BBVA en Madrid.

 

El año pasado se cumplió el centenario del nacimiento del responsable de algunos de los edificios más innovadores y polémicos de España, un hombre que con su obra y reflexión marcó el ritmo del movimiento moderno en el país. Lo recordaron reviviendo su legado personal y profesional a través de una exposición

Para celebrar el centenario del arquitecto Francisco Javier Sáenz de Oíza, uno de los arquitectos más decisivos y admirados de la arquitectura moderna española, la XV Semana de la Arquitectura le rindió un gran homenaje en una exposición que recopila toda su trayectoria. Se trata de Sáenz de Oíza  1918-2018, una muestra a cargo de la Fundación Arquitectura Coam (Colegio oficial de arquitectos de Madrid) junto a la Dirección general de arquitectura del Ministerio de Fomento y comisariada por sus hijos, los arquitectos Vicente, Javier y Marisa Sáenz Guerra,

La exposición estuvo abierta al público de septiembre a diciembre del año pasado  desplegada en cuatro salas, recogiendo en orden cronológico tanto la obra construida como algunas ideas no realizadas, junto a material diverso que acompañaba el estudio de su trabajo, además de sus objetos familiares y de afecto de su casa. Los comisarios abarcan desde las viviendas sociales del Madrid de los años 50 hasta las oficinas del Banco de Bilbao (actual Castellana 81), pasando por el Palacio de Festivales (Santander), el icónico edificio Torres Blancas y su propuesta para la Basílica de Aránzazu.

Maestro de maestros, Oíza  dejó en las aulas la esencia de su pensamiento definido por él mismo como contradictorio. Compaginó durante toda su vida el ejercicio de la arquitectura con su labor docente, generando nuevas líneas de pensamiento y abriendo múltiples caminos para muchos arquitectos.

Para el autor de obras revolucionarias como el edificio Torres Blancas, en Madrid, máxima expresión del organicismo, “La arquitectura tiene muchas posibilidades de construir un mundo mejor, de ayudar al hombre a construir un mundo mejor”, y decía que “Los arquitectos no hacemos las obras, son expresiones de una cultura, de un tiempo, ¿cómo va a firmar uno una civilización? uno da forma a una cosa inevitable, es como la grafología. Uno no se inventa el tipo de letra, dado su temperamento, tiene un tipo de letra”.

Personaje polémico y polemista, creador de obras distantes entre sí en el estilo y en la valoración del público.

“No podemos seguir viviendo en ciudades aburridas”, dirá Oíza, que siempre salió al paso de las críticas surgidas por el color o la forma de algunos de sus edificios.

Si Oíza  tenía razón y la arquitectura es como la grafología, quizá adentrándonos en Torres Blancas, en el Banco de Bilbao o en el Palacio de Festivales de Santander podamos conocer el universo que rodeó a Oíza y a un Oíza más allá de su obra.

Perfil del centenario arquitecto

Navarro de nacimiento, criado en Sevilla, y finalmente adoptado en Madrid, el arquitecto español nació el 12 de octubre de 1918 y falleció el 18 de julio del 2000. Es una de las grandes figuras de la arquitectura española contemporánea. Su padre, también arquitecto, pidió el traslado a Madrid, con toda la familia, para que Oíza  pudiera estudiar arquitectura.

En 1946 se graduó en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid (Etsam) con un brillante expediente académico que le valió el Premio Aníbal Álvarez, y al año siguiente viajó a Estados Unidos gracias a la beca Conde de Cartagena, otorgada por la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. En ese país profundizó en el estilo de la gran arquitectura urbana moderna.

A su regreso a Madrid se incorporó como docente en la Etsam, llegando a ocupar el cargo de director de la propia escuela, en la década del ochenta.

Durante toda su vida profesional compaginó la actividad docente con el trabajo en su estudio madrileño, al que en los últimos años de su vida se incorporaron algunos de sus hijos, cuatro de los cuales fueron también arquitectos.

Premios

En 1989, el Consejo Superior de Arquitectos de España le otorgó la medalla de oro y en 1993 fue galardonado con el Premio Príncipe de Asturias de las Artes. Recibió, además, el Premio Aizpurua del Coavn (Colegio de Arquitectos Vasco Navarro) en 1963, el Premio del Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid 1971, el Premio Excelencia Europea 1974, la Medalla de Oro al Mérito de las Bellas Artes en 1987 y el Premio Fundación Antonio Camuñas en 1988.

Sus trabajos

Proyectó, en equipo, los barrios residenciales de Calero, Erillas y Batán, cercanos a Madrid, con planteamientos funcionales. Su obra más importante son las Torres Blancas de Madrid, de las que sólo se llegó a construir una; en ella consiguió disolver el espacio unificado de los rascacielos y establecer cierta independencia entre las diferentes viviendas.

En 1953 concibió, con Luis Laorga, la nueva basílica de Nuestra Señora de Aránzazu (Guipúzcoa), en la que se observa un distanciamiento del continuismo historicista propugnado en las aulas. Laorga y Sáenz de Oíza quisieron romper el aislamiento artístico y cultural del país acudiendo al magisterio del arquitecto alemán Dominikus Bohm y sus antiacadémicas y expresionistas concepciones sobre la arquitectura religiosa, en las cuales se inspiraron, al menos parcialmente.

Sáenz de Oíza recurrió a una arquitectura más espacial, construyendo un volumen con el que intentaba asimilar el modelo arquitectónico de Mies van der Rohe e integrando líneas contemporáneas y materiales modernos (acero, hormigón) con elementos tradicionales (planta en cruz, campanario, capillas). El proyecto obtuvo el Premio Nacional de Arquitectura de 1954

La frialdad compositiva y la voluntad de alcanzar la lógica pura, casi matemática, exenta de un emocionalismo inmediato, quedaron perfectamente reflejadas en su proyecto para la delegación de Hacienda de Donostia-San Sebastián (Guipúzcoa), que obtuvo el primer premio del concurso público en 1957.

Entre 1954 y 1962 colaboró con el equipo del arquitecto José Luis Romany en la construcción de viviendas sociales en distintas zonas de Madrid, como Fuencarral (1955), Entrevías, Calero y Batán. En el barrio de Entrevías (1956) recurrió a los trabajos del arquitecto holandés J. J. P. Oud, miembro de De Stijl (movimiento artístico cuyo objetivo era la integración de las artes o el arte total), para superarse en su radicalidad constructiva, llevando el funcionalismo y la pureza de la plasticidad organicista a unos límites un tanto forzados.

El diseño de viviendas de promoción oficial dio a Sáenz de Oíza una extraordinaria relevancia profesional al proponer un nuevo modelo arquitectónico para los barrios periféricos de las grandes ciudades.

Sin duda, una de las construcciones más imponentes de Sáenz de Oíza fue el edificio Torres Blancas de Madrid, erigido entre 1962 y 1967. Construido en hormigón visto, de altura considerable (21 pisos) y formas circulares, el edificio es visto como una de las más destacadas creaciones del organicismo. En el diseño de estas viviendas colaboraron sus ayudantes Rafael Moneo y Juan Daniel Fullaondo, auténticos instigadores del acercamiento a la innovación formal que emprendió Sáenz de Oíza.

En 1986 Sáenz de Oíza realizó de nuevo un proyecto para la construcción de un edificio de viviendas sociales: un bloque de ladrillo llamado El Ruedo, que se curva sobre sí mismo cerrándose a la ruidosa autopista madrileña M-30 y abriéndose a un jardín interior. El polémico diseño de este inmueble, arriesgado y moderno, le reportó en 1991 el Premio de Arquitectura y Urbanismo del Ayuntamiento de Madrid. Quedaba lejos el arquitecto de los “poblados dirigidos” realizados durante el franquismo y se abría paso un miembro destacado de las escuelas florecientes de arquitectura que estaban remodelando las afueras de Madrid y Barcelona.

Defensor de una arquitectura social y anónima, Francisco Javier Sáenz de Oíza representó para la arquitectura española el riesgo artístico permanente, la heterogeneidad y la modernidad por encima de cualquier otra consideración. Esta exigencia, en ocasiones denostada por incoherente e incluso por frívola en sus resultados, es constatable durante toda su carrera hasta llegar a sus últimos trabajos: la Villa Fabriciano (Torrelodones 1987), el Museo Contemporáneo de Las Palmas de Gran Canaria (1989), la Facultad de Ciencias de la Universidad de Córdoba, el Auditorio de los Festivales y la Música de Santander (1985-1991), la Universidad Pública de Granada, los pabellones del Recinto Ferial Juan Carlos I de Madrid (1991), el edificio de la Escuela de Administración Pública de Mérida (Badajoz), el Centro Cultural de Villaviciosa de Odón (Madrid), el edificio para las Consejerías de la Junta de Andalucía (1988-1993) en Sevilla y la Torre de Triana (1992), también en la capital andaluza. Con Jorge Oteiza y Rafael Moneo proyectó el Museo Metropolitano de Bilbao, y se encargó de la labor de conservación de la catedral de León (1981-1982).

Meses antes de morir finalizó en su estudio su proyecto para el museo del escultor Jorge Oteiza, a quien consideraba un gran amigo.

Torre BBVA, declarada BIC

Tal vez una de las obras más destacadas de Sáenz de Oíza  sea la sede del Banco de Bilbao en Madrid, que en marzo del 2000, el mismo año de la muerte de su autor, se anunciaba la inminente declaración de BIC -Bien de Interés Cultural- una de las máximas calificaciones urbanísticas que puede recibir un edificio para su protección y conservación. La propuesta surgió ante el temor de su derribo y teniendo como referencia la demolición del edificio de la “Pagoda” de Miguel Fisac.

Por fin y tras 17 años, en mayo del año pasado se confirmó dicha declaración.

Con 107 metros de altura, 37 plantas y poco más de 36 años (1978-1981), la actual torre, fue inicialmente conocida como torre del Banco Bilbao, pasando por BBV y BBVA. Ahora, tras su venta y una reforma bastante respetuosa realizada por el estudio Ruíz Barbarín Arquitectos, pasa a ser conocida como Castellana 8. Referente de la arquitectura del siglo XX en Madrid y en España, la torre se levanta en una de las esquinas de la Castellana, en la manzana conocida como AZCA, una zona con centros comerciales y oficinas.

Esta soberbia torre de vidrio y acero fue producto de un relevante concurso privado. En torno a una estructura central se integran los sucesivos pisos de la torre en bandejas de diversas alturas, en una discontinuidad organicista que contrasta con una aparente simplicidad racionalista.

 

Fuentes
www.coam.org/es
www.plataformaarquitectura.cl
www.biografiasyvidas.com

 

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