Edición N° 440 - Diciembre 2019

Una Bienal con grandes riesgos que dejó saldo más que positivo

 

Conversamos con el arquitecto Joseto Cubilla para conocer qué huella dejó la XI Biau de la cual fue coordinador por Paraguay, evento realizado el pasado octubre. Lo que dejó y si se cumplieron las expectativas puestas en una Bienal fuera de lo común por la propuesta planteada, una Bienal “extramuro” como dieron en llamarla dado que las actividades tuvieron lugar en distintos puntos del centro histórico de Asunción incorporando como uno ellos, y de gran relevancia, a un barrio olvidado, marginado de la ciudad como es La Chacarita (barrio Ricardo Brugada) donde se materializaron once proyectos en espacios públicos y uno en un espacio privado pero de uso público como es la casa donde viviera el actor paraguayo Rubén Visokolán, la cual oficio de pabellón paraguayo en este acontecimiento arquitectónico.

Su expresión de satisfacción al hablar sobre el desarrollo de este evento nos indicó de antemano que todo marchó sobre ruedas y mejor de lo que esperaban, y dejamos que el arquitecto Joseto tome la palabra.

“Luego de haber pasado ya unas semanas pudimos sentir las repercusiones que ha tenido la Biau 2019 a nivel mundial a través de entrevistas y escritos publicados en internet, ese lugar común globalizado que muchas veces nos une. Estamos sumamente contentos, hemos podido dejar una pequeña semilla en un tema muy importante que tiene que ver con una intención de hacer un acontecimiento relevante (como es una bienal de arquitectura) pero con un sentido de no solamente de celebrar obras premiadas sino incorporar una mirada hacia los problemas demográficos, ambientales, con ciudades colapsadas por la falta de visión, un tema común que compartimos los latinoamericanos. 

Esta Biau intentó tímidamente simplemente poner pie en un lugar pero al final esa timidez generó un resultado mucho mejor de lo esperado y digo timidez  porque realmente entramos de esa forma en pequeños lugares para ver cómo podíamos empezar a entablar esta relación entre, en este caso, La Chacarita y Asunción y con estos hechos significativos hemos producido  algo fuerte en todo sentido.

 

¿Confirma esto la nueva mirada que hay hacia la arquitectura?

- Hay una mirada nueva en el sentido de una  crítica hacia el oficio mismo donde siempre ponemos la vista en otras cosas y esta fue una oportunidad de empezar a pensar en repensar la ciudad de una forma distinta, con hechos y no con teorías. Eso nos pareció muy interesante. Cerca de tres mil personas aplanaron La Chacarita, desde niños hasta personas de edad, muchísimas de las cuales han entrado por primera vez a este barrio populoso y muy antiguo de Asunción.

La experiencia fue realmente impresionante en todo sentido porque logramos que una fiesta de la arquitectura se transforme en una fiesta de la misma ciudad; incorporamos una cantidad de temas que tienen que ver con el habitante (tema de la XI Biau), cómo incorporar a los habitantes del barrio al evento y una de las manera fue la venta de sus comidas en el galpón del Ferrocarril, un lugar emblemático en nuestra ciudad resucitado y convertido en lo que soñamos que sea,  un espacio abierto para todos.

Lo que hicimos nosotros fue aprovechar la energía de la Biau y traducir en hechos que puedan ser significativos para la misma ciudad como fue “tomar” (en el buen sentido), adueñarnos de ese espacio, ponerlo en condiciones y generar de este modo una considerable cantidad de actividades en él, de hecho los habitantes de La Chacarita vendía allí sus comidas.

Lo interesante  de asumir la Biau en el microcentro de Asunción es que uno podía ir caminando a los distintos lugares de actividades. No fue fácil asumir una bienal sin presupuesto en una ciudad que está con muchos problemas y encima incorporar un lugar que sufre abandono de años. No fue fácil como comisario, junto a Arturo (Franco), tomar la decisión de traer a la gente a un lugar con muchos inconvenientes, teniendo presente, además, que siempre uno quiere mostrar lo mejor de su país y el barrio de La Chacarita precisamente no lo es.

Fue una postura bastante delicada, riesgosa, pero estamos muy contentos por los resultados. Los visitantes de alojaron en un hotel céntrico muy interesante como Palma Roga desde donde podía movilizarse caminando.

Fue como un sueño hecho realidad poder reactivar lugares emblemáticos deteriorados y además incorporar sitios abandonados como es ese barrio asumiendo todos los problemas que arrastra con la intención de transformar.

 

En esta Bienal se sumaron dos elementos como son el concurso fotográfico Habitando Iberoamérica y el cine iberoamericano.

- Si hablamos de arquitectura y hablamos del habitante no podemos dejar de hablar de incorporar la fotografía, el cine, el arte. Hubo acontecimientos muy interesantes como los sonidos iberoamericanos, algo increíble, en las galerías del Ferrocarril se podía escuchar los sonidos de Bogotá, de Quito.

Nosotros recibimos a los grandes arquitectos con un partido de fútbol  en la cancha del club Resistencia y un asado previa presentación de los proyectos de la Chacarita en la preinauguración.

 

¿Cómo salió el partido?

- (Risas) ¡Ganamos! Con un gran gol del arquitecto Sergio Fanego que nos dio el triunfo 3 a 2 en una cancha enorme (es la del famoso tajy en medio de las graderías). Así inauguramos la Biau.

Tuvimos invitados de lujo cuyas conferencias fueron retransmitidas (streaming) en vivo del Teatro Municipal al galón del Ferrocarril con llenos totales, exposiciones de arquitectura paraguaya, iberoamericana, de grandes maestros, fue un éxito en todo sentido porque además, vendimos todas las entradas, un sueño como organizadores.

Y de todo eso se trataba, de celebrar una Biau en lugares donde los arquitectos están ausentes y de cómo, desde la arquitectura, podemos empezar a generar una intención de colaborar en mejorar esos lugares sin imponer nada a sus habitantes, hacer también que surja de ellos esa necesidad. Así nació la idea de las intervenciones en La Chacarita, todas públicas excepto la casa de Rubén Visokolán convertido en el centro cultural “El agujero de Visoka” en Punta Karapã, proyecto a cargo del curador por Paraguay Lukas Fuster y un gran equipo de profesionales y estudiantes.

 

¿Y está terminado?

- Eso es un proceso. Inauguramos la exposición en medio de la construcción. No es que pensáramos que necesariamente teníamos que terminar todas las intervenciones para inaugurar la Bienal, porque al final la construcción es un proceso interesante y por mismo inaugurar la obra con una hermosa exposición de arquitectura paraguaya. La construcción sigue en este proyecto que es público desde lo privado.

La intención de la Biau es reflexionar sobre cómo incorporar ideas sin dinero  y hacer que la vida de las personas mejore, para mí este es el mensaje real y está sucediendo por ejemplo con la Plazoleta Amapola a cargo de la curaduría  de Costa Rica -Entre Nos Atelier- y el equipo local Mínimo Común Arquitectura que incorpora 1500 libros en una especie de mural  hecho por Oz Montanía, un artista urbano local, a los que se puede acceder a través de códigos QR, con internet gratis por dos años en convenio con Personal. Todo es prueba, ya han robado luces y que hay que volver a poner otras más seguras, pero luego la misma gente empieza a cuidar el lugar que anteriormente era sitio de venta y consumo de drogas, y ahí pusimos una biblioteca virtual, y en donde se tiraba la basura hicimos una plaza, en el barranco totalmente deteriorado y con desechos por doquier, empezamos a trabajar con plataformas diseñadas con grandes ingenieros como el equipo del ingeniero Ramiro Meyer y a cargo de la curaduría del Ecuador con el arquitecto Dani Moreno que vino a trabajar con la pala. De hecho los mismos moradores del barrio se sorprendieron que ciudadanos, arquitectos jóvenes, estudiantes que no les pidieran voto a cambio, eso es lo que entendieron y acompañaron ganando su confianza, tienen tantos proyectos y tantas promesas que por primera vez están ante hechos  significativos sin pedir nada a cambio.

 

¿Cuántos proyectos ya están concluidos o todos están en proceso?

- Tenemos dos terminados que son la Plazoleta Amapola que ya habíamos comentado y el acceso de Mompox, que es una hermosa pieza proyecto del curador de la Argentina, Roberto Busnelli con arquitectos locales. El del barranco denominado Plazoleta México-Mirador del curador del Ecuador, Daniel Moreno, con arquitectos locales: UNO/3 Arquitectura y Tekoha Arquitectos, con una prueba hecha con prefabricados de hormigón, un signo más de poder contar con ideas que no necesiten desmantelamiento de todo lo verde que tiene el lugar, porque los  proyectos que existen son con préstamos millonarios en donde arman grandes canalones sin vida que lo único que resuelve es que la basura llegue mas rápidamente al río. Pero si empezamos a generar una plataforma escalonada pensada como los incas diría, en donde el agua va  decantando, la basura igual, eso evita el talado de los arboles del lugar, prácticamente los protege como también a las viviendas de su alrededor; esto hace que estemos cerrando el círculo y generando una especie de plaza pública. Es solo imaginar que en este barranco lleno de basura aparecen una cantidad de plazas en diferentes gradas, es grandioso, y podemos hacer algo con poco dinero preservando todo. Son las cosas que podemos hacer desde la arquitectura.

 

Mencionaste los terminados, ¿qué sucederá con los demás?

- Estos proyectos lo hicimos con el apoyo de algunas empresas privadas y la energía de los chicos y distintas actividades destinadas a recaudar fondos. En los trece proyectos hay como 40 arquitectos que se juntaron con los extranjeros y muchos estudiantes. En resumen, dos están concluidos, uno a prueba y la casa de Visoka que es privado en proceso de terminarse pero que está inaugurado.

Los demás, que son nueve, se harán a través del Muvh con presupuesto del BID que es para obras menores que se activa ahora nosotros pasamos de constructores a fiscalizadores de las obras que se realizarán con una constructora adjudicada a través de una licitación. Lo más grande es el proyecto de la curaduría de Portugal Punta Karapã  del curador Paulo David con el equipo del estudio local Superespacial. Realmente para terminar todo necesitaríamos un millón de dólares y creo que tenemos un préstamo de 250 mil es decir que tenemos que hacer magia para poder terminar los nueve restantes, de los cuales algunos se terminarán en un 60, otros 80 y otros en 90 por ciento, y todo aprobado por los mismos lugareños; la idea es que incorporen también los que construyeron con nosotros los otros proyectos, hay como un espíritu nuevo en La Chacarita Alta.

Nos sentimos muy complacidos y agradecidos  con los lugareños que nos abrieron las puertas de sus casas para que gran parte del evento pueda llevarse a cabo allí. Podíamos ver a los grandes maestros iberoamericanos o las grandes obras de arquitectura de todo el mundo en un lugar donde no hay arquitectos. También hubo exposiciones en el Ferrocarril y en la “encomienda”, un  espacio que remozados, ubicado frente al Ferrocarril,

Fue muy interesante la experiencia. Como la intención era dejar el mensaje de prestar más atención en lo que hacemos los arquitectos, el evento no tuvo publicidad abierta de empresas, nos enfocamos en una bienal en la cual los auspiciantes lo hicieran a través de colaboraciones de material para los proyectos y así lo entendieron. En cada lugar se sabría que ellos los habían facilitado  (los materiales) mediante una pantalla que pasaba los nombres de todas las personas, entidades, empresas que apoyaron. Era una forma muy sutil, no era el objetivo recolectar dinero sino que colaboraran con sus productos. Por ejemplo Hidrocenter decidió donar artefactos sanitarios y azulejos con los cuales se mejoraron los baños del Ferrocarril, y eso queda, es el mejor auspicio que se pueda tener. Y esa es la diferencia con otras bienales, nuestro objetivo dejar un mensaje con obras plasmadas se cumplió.

 

¿Evaluaron el evento con el comisariado español?

- Si, hemos hablado y prácticamente no encontramos nada negativo. El tema era cuida de que no pareciera una celebración de la pobreza, no alimentar la expresión “aichejáranga (pobrecito) mirá cómo vive”, sino al contrario era un entender que existía un lugar como tan bueno, tan interesante en donde nosotros podemos aprender de lo que funciona en esos lugares donde la gente se conoce, saluda, pueden vivir felices con poco, y nos muestran soluciones increíbles con el tema de la humedad, del agua, hay una enorme cantidad de información; uno cree que lleva un proyecto que salvará a la comunidad y sucede lo contrario que nos hace decir ¡cómo nosotros lo vimos”, es un ida y vuelta, y eso es bueno para los estudiantes y jóvenes arquitectos que son bombardeados con tanta información que viene de afuera pensando y creyendo que eso es mejor y nos hacen cosas que en otros lugares se está desechando. Estamos tomando malas decisiones haciendo de la ciudad un lugar caliente con tanto cemento sin tener en cuenta el verde; los que llegan de afuera se impresionan todo lo que hay  aún hay a pesar de todo. Asunción debería ser un jardín, pero es una ciudad caliente.

Es importante señalar que el hecho de poner el pie en lugares totalmente abandonados que nos da la posibilidad de repensar en lo que hacemos los arquitectos, es una crítica hacia los mismos arquitectos y la Bienal Iberoamericana tiene, me parece, que empezar a tratar sobre todos estos problemas, que tienen que ver con lo ambiental con lo demográfico, con  infraestructura.

 

¿Cómo recibieron los visitantes este nuevo modo de desarrollar una bienal?

- Quedaron impresionados, conmovidos y fueron súper agradecidos por las atenciones recibidas. Hicimos una Bienal de muy buena calidad, sin presupuesto, una bienal digna, inteligente, junto con un gran equipo  armado para la ocasión a nivel local con Paola Moure, Sonia Carísimo, Maria Silvia Feliciángeli,  Violeta Pérez, Lukas Fuster (también curador de nuestro país), y son solo algunas de las tantas personas, profesionales y estudiantes que se involucraron en este acontecimiento sin pedir nada a cambio, y que ha salido de maravilla.

Las autoridades gubernamentales nos brindaron más que nada un apoyo afectivo no así en lo económico que fue poquísimo, el Ministerio de Cultura fue uno de los que nos ayudó económicamente, después lo hicimos a pulmón, con toda esta energía tan linda de desear algo mejor para la ciudad. Actuamos con mucho riesgo pues podía haber sido un gran fracaso pero no lo fue. El riesgo mayor, lo digo una vez más, fue hacer una Bienal en un lugar con tantos problemas y abandonado, pero tuvimos que entrar en esa herida para ver cómo es y generar ahí la posibilidad de repensar y cambiar; creo que lo estamos logrando porque esto continúa y esperemos que sea para mejor.

 

Es un ejemplo a imitar

- Por supuesto, hemos tenido invitaciones de todas partes por esta experiencia pero estoy abocado en terminar estos trece proyectos y no salir de ahí.

Solamente quiero culminar lo que empezó la XI Biau porque me debo a todos los curadores internacionales que trabajaron en los diferentes proyectos y quiero que se concreten, es un regalo interesante que hicieron ellos en su tiempo con la participación de autores locales, proyectos realizados en conjunto con Paraguay, y por eso es que sale algo con mucho espesor, con mucha fuerza.

La experiencia de poder indagar en lugares abandonados, poder repensar y tener la oportunidad de dialogar y conocer a la gente, de entablar relaciones que son necesarias para que podamos crecer todos juntos, creo que fue lo más increíble, encontrar gente tan fantástica en la Chacarita que se puso la camiseta de la Biau y ahora están muy entusiasmados con lo que viene. Ojalá sea ejemplificador a la hora de tomar nuevas decisiones, replantearnos proyectos que ya existen para no cometer un error más del que estamos cometiendo.

Y a la hora de los agradecimientos el arquitecto Joseto Cubilla tiene una larga lista que nombrar y “espero no olvidarme de nadie”.

Mencionó  a Fepasa (Ferrocarriles del Paraguay SA), a los habitantes de La Chacarita especialmente a Gurú y Pato, a los colaboradores arquitectos, estudiantes, curadores que se metieron de lleno en los proyectos, a las autoridades municipales, al Ministerio de Urbanismo Vivienda y Hábitat, al Ministerio de Cultura, a empresas y empresarios de la construcción y el gran grupo formado en el país para trabajar por una “bienal extramuros”.