Edición N° 383 - Marzo 2015

Una casa que sobrevuela el paisaje

La idea de los arquitectos José María Sáez Vaquero y Daniel Moreno Flores se materializó en la casa Los Algarrobos, en las cercanías de Quito (Ecuador).

Protagonista de esta nota publicada en ARQ -diario de arquitectura-, es el arquitecto José María Sáez, español-ecuatoriano, quien estuvo en Asunción participando del Clefa 2014, mayo pasado, y visitó la casa de Mandu’a. En la ocasión le hicimos una entrevista (Nº 375, edición de julio) en la que habló, entre otras cosas, de la arquitectura en el contexto latinoamericano y de la ciudad en que vive, Quito, donde con su colega Daniel Moreno Flores propusieron un sistema estructural con audaces voladizos en una vivienda en las afueras de la capital ecuatoriana, sobre la ladera de un valle con vistas a las montañas de Puembo, a la que llamaron Los Algarrobos. La estructura de esta casa “colgada en la montaña” le permite establecer un vínculo respetuoso con el imponente entorno natural.

Estructura principal

Para la estructura principal se inspiraron en los postes y vigas yuxtapuestos característicos de los secaderos de congrio (pez semejante a la anguila) de la costa gallega (Galicia, España). En este caso, se trata de un conjunto de ocho piezas metálicas iguales dispuestas de modo tal que confinan el espacio interior de la casa y, al mismo tiempo, lo abren al proyectarse en los ejes X, Y y Z.

Estas vigas, de 18 metros de largo y sección rectangular, producen audaces voladizos hacia la quebrada. A su vez, dos de ellas, dispuestas en posición vertical, marcan la presencia de la casa en el paisaje. Con ese gesto, los arquitectos establecen una voluntad de dominio y un equilibrado balance entre la monumentalidad y el sometimiento al entorno.

Desde el camino de acceso, la vivienda permanece oculta tras la vegetación mientras que las dos esbeltas columnas de metal color óxido se yerguen por sobre el bosquecito de algarrobos marcando el sitio exacto. A su vez, la separación y la posición de ambas columnas van cambiando conforme al punto de vista del visitante.

“La estructura cumple una intermediación necesaria entre la escala del paisaje y la de la persona”, explican los autores en referencia a las tres posiciones que asumen las vigas: en su dimensión larga producen los voladizos hacia la quebrada; en posición vertical, son los “mástiles” que marcan la presencia de la casa; y en la dimensión de canto, dos vigas son una altura de una habitación.

Sostenido por la estructura metálica principal, los proyectistas idearon un subsistema de madera que completa la definición de los espacios “diluyendo por repetición y simplificación su condición de cerramiento”, explican. Además, una secuencia de perfiles iguales de madera permite colgar o apoyar los entrepisos y techos.

Para proteger la madera y completar el cerramiento de la casa, los arquitectos dispusieron amplias superficies de vidrio. Se trata de paneles móviles, en algunos casos, que permiten reforzar la relación con el entorno, ya sea por transparencia o por reflejo. El mismo objetivo persiguen los espejos de agua sobre los techos metálicos.

Los autores insisten en la estrategia de reflejar el entorno en el agua y el vidrio, diluyendo en parte la presencia de la arquitectura.

Explanada de acceso

Donde el algarrobal va perdiendo densidad se abre paso un deck de madera que conduce a la escalera de ingreso.

No hay una puerta visible ni un timbre para anunciarse, como se puede esperar en una vivienda tradicional.

Aquí, el límite entre el interior y el exterior de la casa está totalmente desdibujado porque el clima benévolo de esta región rural así lo permite. El acceso se transforma entonces en un paseo que transcurre, en descenso, a través de una amplia escalera ladeada por un espejo de agua y con una vista enmarcada hacia el valle.

Mientras que la “entrada de servicio” que dirige directamente a la cocina, se produce desde un entrepiso que surge a un lado de la escalinata donde se interrumpe el ventanal de vidrio.

Al pie de la escalera, una gran terraza se extiende en sentido transversal, con una superficie externa equivalente a la del comedor, la cocina y el estar. El “área social” de la vivienda conforma un espacio integrado en la planta principal. Ahí, la sensación de amplitud se ve acentuada por la doble altura y el entrepiso.

Nuevamente, los límites desaparecen porque no existen las carpinterías convencionales. En cambio, los paños corredizos de vidrio sin marco pueden quedar ocultos en un lateral dejando integrados el estar y la terraza, apenas diferenciados por un desnivel.

De ese modo, el espacio interior se va definiendo con pocos elementos de fuerte presencia. La explanada de ingreso, estar, cocina y terraza, están interconectados y ocupan la parte inferior.

Otros espacios

El dormitorio principal está ubicado en un volumen rectangular que se asoma en voladizo sobre la terraza para balconear al valle. La suite gana privacidad por su distribución peculiar: se accede traspasando el sector de lavabo, y subiendo medio nivel.

Otros tres dormitorios, dispuestos en un lateral, también poseen una distribución fuera de lo habitual. La cama está ubicada en un entrepiso elevado respecto del resto de la habitación, como un pequeño camarote desde el cual una vidriera domina el paisaje.

Ficha técnica

Ubicación: Puembo, calle del Bagazo, Lote G3 (Quito, Ecuador).
Proyecto: José María Sáez Vaquero y Daniel Moreno Flores.
Colaboradores: Margarida Marques, Estefanía Jácome, Santiago Vaca, Claudia Ponce, Estefanía Luna, Adrián Beltrán, Joe Jivaja, Dennise Paredes, Valentina Benalcazar.
Estructura: Ingeniero César Izurieta.
Constructor: Luis Guamán.
Superficie Interior: 338 m2.
Superficie exterior: 495 m2.
Proyecto: 2009
Construcción: 2010-2011.
Premios: Nacional Diseño arquitectónico en la Bienal Panamericana de Quito 2012.

Fuente
http://arq.clarin.com
13.01.15

 

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