Edición N° 494 - Junio 2024

Vivienda L&P

 

Proyecto: Mínimo Común Arquitectura

Fotografías: Federico Cairoli

Superficie: 200 m²

Año: 2021

Ubicación: Mariano Roque Alonso

Descripción elaborada por el equipo del proyecto.

Pablo y Luce una pareja recién casada, él uruguayo y ella paraguaya con parentela en Uruguay, ambos diseñadores gráficos que trabajan remotamente para empresas en el exterior lo cual nos introduce a la ubicación del terreno, en la ciudad de Limpio, el barrio Surubi´i. En transporte particular son 45 minutos por avenida, lo suficientemente cerca de Asunción para las actividades cotidianas y sociales, pero también lo suficientemente lejano para mantener una condición suburbana, con amplios terrenos, vegetación y tranquilidad, el barrio viene en un auge edilicio regido por una normativa interna la cual condiciona el proyecto a la aprobación del consejo del barrio.

Los últimos debates dentro de nuestro universo de Mínimo Común se planteaban las condiciones de viviendas actuales y las principales técnicas constructivas ecológicas que están ganando popularidad en el espectro de la arquitectura paraguaya. Nosotros, instruidos en el ladrillo, manejábamos alternativas de adobe, el trabajo que estaba en proceso nos formó dentro de la materialidad, esa era una obra en el interior a 350km de la capital. Las condiciones eran muy diferentes, ahora tendríamos más recursos disponibles. Queríamos experimentar con tapial, debido a los buenos resultados de colegas y amigos, una técnica con condiciones excelentes para el clima de nuestro país.

Al hacer las primeras pruebas, debido a que nunca habíamos trabajado de esa forma y nosotros somos nuestros propios constructores, nos empezamos a dar cuenta que los tiempos eran muy largos dentro del proceso constructivo. Necesitábamos más gente, pisones neumáticos, encofrados especiales, dinteles de mayor resistencia y un sin fin de cosas más para llevarlo a cabo. Esto resulto en un proceso de decepción ante la imposibilidad de realizar la obra de esa forma, porque los costos superaban los estándares de la construcción y el presupuesto estaba bastante acotado, ademas de la angustia nos queda la reflexión: ¿Sería lógico pensar que la arquitectura sostenible y sustentable es es solo para las personas con el poder adquisitivo suficiente para poder pagarse su obra y llevar mejor condición de vida? Nosotros no estábamos dispuestos a renunciar a las cualidades de la tierra, queríamos poder construir para Luce y Pablo como para todos, lo que nos lleva a una nueva experimentación.

Nuestros maestros encofradistas tienen una habilidad sorprendente de trabajo. El señor Eusebio, de unos cuarenta largos años aparentes, lidera el equipo. Con él trabajan su padre, hermanos, amigos y cualquiera que les pueda seguir el ritmo, con descansos de rondas de tereré, su misión es arrasar la obra. Llegan, bajan puntales, tablas y arranca la sinfonía de sierras y martillos; y así hasta tener un hermoso entablillado de cielo listo para recibir toneladas de concreto que se encargarían ellos mismos de mezclar y vaciar.

La misión era similar: en lugar del techo cubriríamos el horizonte, unas paredes prismáticas de madera huecas por dentro servirían de encofrados. Con la habilidad de Eusebio y sus muchachos eso era cuestión de solo un par de horas para la artesanal tarea. Modulando cada pared en la medida de cortes estándar de madera comercial nos ahorraríamos aun más tiempo. 2,40 x 2,40 metros era la medida de piso a techo de cada módulo y el espesor debíamos determinar, pero sabíamos que podíamos hacerlo de 15 o 20 centímetros, que era lo ideal por el consumo de material.

El proyecto, con idas y vueltas desde su concepción consistía en una volumetría simple, sin muchos riesgos estructurales: una L sumergida entre la vegetación. El sol del oeste incide todas las tardes en lo más cerrado de la casa, y en las mañanas se iluminan el amplio estar, cocina y comedor. Pero lo más importante garantizar el descanso con las habitaciones frescas, y con la idea futura de agrandar la familia el confort debía estar garantizado. Las paredes de tierra protegerían los sectores íntimos, una losa huerta cultivada por sus propios dueños y apoyada en unos finos pilares metálicos alimentaria al pequeño Agus.

Después de muchos errores aprendimos sobre la nueva técnica: Hicimos pruebas muy pequeñas hasta lograr estabilizar la tierra que utilizaríamos, ensayos con probetas nos daban resistencias similares a las del ladrillo, los tiempos de cargado nos permitían cargar 2 módulos por día con un equipo chico de forma manual, las dosificaciones similares al hormigón al utilizar 10% de cemento en la mezcla. Como teníamos miedo íbamos disminuyendo gradualmente ese porcentaje, hasta que llegamos a utilizar solo 5% como estabilizador, había opciones de otros estabilizadores con menor impacto, pero en el mercado local no eran de fácil acceso y para ser nuestro primer acercamiento tampoco estábamos para correr más riesgos. Había una familia que esperaba su hogar.

La larga tradición alfarera guaraní creadora del kambuchi, un cántaro moldeado en barro por las mujeres paraguayas para transportar el agua del ykua y mantenerla fresca a lo largo de toda la travesía a fin de, en un acto de amor, ofrecer a los hombres para combatir el implacable calor, como reza una canción tradicional escrita por el gran Mauricio Cardozo Ocampos.

Al igual que nosotros, en el mismo acto, estábamos listos para ofrecer la casa nacida de la tradicional tierra roja guaraní, moldeada por nuestros artesanos a un costo razonable con la técnica que nosotros denominamos tierra vertida. Encontramos muchos ejemplos alrededor del mundo, pero en Paraguay nunca se hizo. Como saldría, todavía no sabíamos, pero el esfuerzo era innegociable.

La Vivienda L&P se construyó de los sueños de una pareja iniciando su recorrido juntos, sus ganas de vivir en un espacio apto para el correcto desarrollo de sus funciones que utilizarán a lo largo de su vida y la confianza volcada para llevar a cabo una casa única en su estilo, con barro y olor a tierra después de la lluvia.

 

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